La puerta se cerró tras él, dejando un vacío más helado que el invierno ruso. Svetlana se quedó en la oscuridad, abrazada a la nada, con la respiración hecha pedazos y el corazón convertido en un espectro que no sabía si latir o dejarse morir.
Dante… muerto.
¿Mi padre tambien?
No, debía ser una mentira, un juego psicologico...
Sin embargo, las palabras caían una y otra vez en su mente como una sentencia.
Los únicos dos hombres que había amado en su vida, ¿estaban muertos?
Eso significaba que... nadie iría a rescatarla.
Con ellos se había ido todo: la esperanza, el amor, la posibilidad de salir de ese infierno.
El primer día no lloró. Se quedó quieta, acurrucada junto a la pared como una niña abandonada, con la vista clavada en la nada.
El segundo d&iac