Por la sonrisa que Charlotte tenía en su rostro, era obvio que solo estaba tratando de fastidiarla y con suerte crear un problema entre ella y Alexander. Estaba dispuesta a ponerla en su lugar, pero su esposo pareció leer sus intenciones. Él rodeó su cintura y la sacó del restaurante.
—Esa mujer está loca —musitó ella cuando ambos estaban dentro de su auto.
Alexander se inclinó hacia ella para abrocharle el cinturón, después la miró y tomó su barbilla.
—Solo quiere provocarte. No dejes que se salga con la suya. —Ella lo sabía y lo peor es que Charlotte había logrado molestarla. No había sido tanto por lo que dijo. Sino por haberlo dicho frente a su esposo. Ahora estaba más segura que Charlotte quería dañar su relación con Alexander.
—Este bebé es tuyo y mío, fruto de nuestro amor ¿Sabes que jamás pensaría siquiera en ponerle a nuestro hijo…
—Lo sé, cariño. No tienes nada de qué preocuparte ¿de acuerdo? —ella le dio una sonrisa. Así es como quería verla siempre.
—De acuerdo.
Se