El regreso de Javier fue tan rápido como su llegada, y aunque Melissa incluso trató de pasar cada minuto con él, cuando lo vio irse en un auto de Bruno que lo llevó al aeropuerto, ella volvió a sentir su corazón apretado.
Los días siguientes fueron como una ráfaga, Melissa despertaba con el sonido de llamadas, mensajes, decisiones por tomar, pruebas de diseño y una energía que la mantenía alerta desde temprano. La boda estaba a apenas a dos semanas de distancia y el torbellino emocional comenzaba a mezclarse con la presión del evento.
Las tarjetas fueron enviadas a todos los invitados, ella hizo una lista corta de sus propios invitados y Bruno hizo otra que ella ni siquiera se dedicó a leer de lo larga que era.
Y cuando estaba en su estudio, entre telas blancas y bocetos de encaje, Melissa repasaba los últimos ajustes del vestido que llevaría el día más importante de su vida. No sería solo su diseño: era la declaración de su historia, su evolución, su fuerza.
Su equipo de diseñadores