Carlos me enseñó orgulloso el reloj del teléfono que llevaba en la muñeca.
—Mamá, acabo de enviar a Luna nuestra localización, por eso Samuel llegó tan rápido.
Samuel se sonrojó y alargó la mano para acariciar la cabeza de Carlos, guiñándole un ojo a mis espaldas.
Yo no contuve la risa.
Resultó que sentía muy bien que me querían.
Como temía que me mojara, se quitó la chaqueta y me la puso por encima de la cabeza, usando la otra mano para cubrirme y acompañarme al coche.
Me senté en el asiento trasero, cuando miraba que Carlos y él hablaban sonriendo, mis ojos se humedecieron un poco.
Cuando llegamos abajo, Samuel insistió en ayudarme a subir las bolsas de la compra.
No me negué, Carlos caminó entre nosotros y extendió la mano para cogernos.
Miré nuestras sombras en el agua y de repente creía que estaría bien ser una familia de tres.
Hablábamos con alegría mientras subíamos las escaleras, y justo al salir del ascensor, me paré en seco.
Daniel estaba de pie delante de mi casa sosteniendo