Início / Romance / Mi Jefe, Mi Destino: Heredera por Error / Capítulo 5 – La virgen que incomoda
Capítulo 5 – La virgen que incomoda

—¿Tienes vestido de noche? —preguntó Clara, entrando sin avisar en la oficina de Sofía a media tarde, con una sonrisa tan traviesa como preocupante.

Sofía, que estaba revisando los reportes trimestrales, levantó la vista con desconcierto.

—¿Qué?

—Vestido largo. De gala. ¿Tienes uno?

—¿Para qué?

Clara se sentó al borde del escritorio como quien está a punto de soltar una bomba.

—Alejandro quiere que lo acompañes esta noche a la cena de beneficencia del Grupo Sterling. Me lo dijo su chofer personal. Y si Dávila manda a recoger a alguien, no es por cortesía. Es porque quiere que se note.

Sofía sintió un vuelco en el estómago.

—¿Yo? ¿Por qué yo?

—Buena pregunta. Pero no tengo la respuesta. Lo que sí sé, es que vas a necesitar algo que te haga ver como “la mujer del CEO”. No como su asistente.

—No puedo ir. Esto debe ser un error.

—¿Y cuándo alguien le dice “no” a Alejandro Dávila? Además —añadió con una sonrisa de medio lado—, ya te mandé un vestido. No acepto devoluciones.


A las seis y cuarto, Sofía estaba frente al espejo con las manos temblorosas. El vestido que Clara le había enviado estaba sobre la cama. Era elegante… y peligrosamente sugerente.

Azul medianoche, de tela suave que caía como agua sobre su cuerpo. Tenía un escote en V moderado, pero lo suficiente para sugerir. Un corte sutil en la pierna izquierda dejaba ver la piel con cada paso. En la espalda, los tirantes cruzaban en forma de X, dejando descubierta la parte superior de su columna y una franja delicada de su cintura.

—Me vas a matar, Clara —susurró, sintiendo cómo el vestido acariciaba su piel—. Esto es demasiado.

—Es perfecto —había escrito Clara en el mensaje—. Eres hermosa, Sofía. Solo que no te das cuenta.

Sofía se dejó el cabello suelto, con ondas suaves que enmarcaban su rostro de facciones finas y ojos diferentes: uno verde jade, el otro avellana dorado. Siempre había sido insegura por eso. Pero esa noche, sus ojos eran su rasgo más hipnótico.

No sabía caminar como una mujer poderosa, pero tenía algo aún más peligroso: no sabía que lo era.


Cuando el auto negro se detuvo frente al hotel, los flashes se encendieron. Sofía descendió con cuidado, sujetando la tela del vestido. Algunos asistentes voltearon de inmediato. Un par de hombres murmuraron algo en voz baja. Las mujeres la miraban con ese escaneo silencioso, entre competencia e incomodidad.

Y entonces lo vio.

Alejandro, en la escalinata de entrada, con esmoquin negro, pajarita perfecta y el porte de un dios griego en una reunión de mortales.

Cuando la vio… se detuvo.

No dijo nada. Pero su mirada recorrió su cuerpo centímetro a centímetro, con una intensidad tan marcada que Sofía sintió calor en la nuca.

—Llegaste —dijo al fin, cuando ella estuvo a su lado.

—Sí —respondió con voz baja.

—No me llames “señor” esta noche. Aquí somos pareja. A los ojos de todos.

Sofía se giró hacia él, alarmada.

—¿Qué?

—Lo que oíste. No voy a explicarlo. Solo sígueme el ritmo.

Ella no tuvo oportunidad de protestar. Alejandro le ofreció el brazo y la condujo hacia el gran salón.


El salón estaba lleno de figuras reconocidas. Empresarios, políticos, artistas. Sofía se sentía como una intrusa en una película de otro mundo. Pero Alejandro no la soltó en ningún momento.

—Sonríe. Pero no demasiado. Observa. Habla poco —le susurró.

Ella lo obedeció. Lo observaba moverse como un maestro del ajedrez, saludando, tomando copas sin beber, esquivando preguntas con elegancia. Y todo el tiempo… con su mano firme en la parte baja de la espalda de Sofía.

La tensión era palpable. No sexual, aún. Pero sí densa. Intensa. Como si todo el salón supiera que entre ellos había algo contenido que estaba a punto de romperse.

Y entonces apareció Victoria.

La vio desde lejos. Roja. Labios carmín, escote profundo, mirada filosa.

Se acercó como una sombra afilada.

—Qué sorpresa verte aquí, Alejandro. Y… con compañía.

Él no respondió.

Victoria giró lentamente hacia Sofía, con una sonrisa fingida.

—¿La nueva asistente? Qué… encantadora. Tienes algo especial, cariño. Esa mezcla entre ingenuidad y peligro.

Sofía sonrió con educación.

—Gracias.

—Dime, ¿ya te firmó contrato… o lo sigues negociando?

Sofía se tensó. Alejandro habló por fin.

—Victoria —dijo con voz cortante—. Vete.

Ella no se movió.

—No sabía que te gustaban vírgenes. Qué curioso. Tan clásico en los hombres poderosos. Buscan inocencia… para corromperla.

—Lárgate —repitió Alejandro.

Victoria lo miró con una herida expuesta que no trató de ocultar. Luego, sin más palabras, se dio la vuelta y desapareció entre los asistentes.


Más tarde, en el balcón del salón, Sofía necesitó aire. Alejandro la siguió.

—¿Por qué me trajiste? —preguntó ella, sin mirarlo.

—Porque quiero ver si te rompes o si floreces.

—¿Eso es una prueba?

—No. Es… algo que no sé cómo explicar.

Ella lo enfrentó.

—No soy un trofeo. Ni un juguete.

—Lo sé. Por eso me estás volviendo loco.

El silencio entre ellos se llenó de electricidad.

—Eres virgen —dijo él, casi como una confesión.

Sofía se quedó helada. No lo negó. No podía.

—¿Y eso qué importa?

—Importa —dijo Alejandro, dando un paso más—. Porque me hace querer tocarte… y protegerte al mismo tiempo. Y eso… me molesta.

—Entonces aléjate.

—No puedo.

Sus respiraciones estaban sincronizadas. Sus rostros, a centímetros.

Pero no la besó. No aún.

Solo la miró como si ella fuera el punto débil que siempre quiso negar.


Cuando él la acompañó hasta el auto, le abrió la puerta con lentitud. Sofía lo miró una vez más.

—¿Volveré a verte así?

Alejandro respondió sin apartar los ojos de ella.

—Volverás a verme. Pero no sé si seguiré siendo el mismo después de esto.

La puerta se cerró.

Y Sofía supo, en su alma, que algo había cambiado.

Ella, que hasta hace unas semanas era invisible, hoy se había convertido en la amenaza más peligrosa del salón más poderoso del país.

Todo… por ser quien era.

Todo… por no haberse entregado a nadie aún.

Y eso, en un mundo construido por máscaras, la hacía temible.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App