Luisana no solo era su secretaria, sino también una guardaespaldas profesional. Cuando vio a alguien acercarse corriendo, frunció el ceño y se interpuso inmediatamente en el camino de Rodrigo.
Sin embargo, en cuanto llegó cerca, la criada se arrodilló de golpe en el suelo.
—¡Rodrigo! ¿Puede ayudar a Noa? ¿Puede hacerlo? — la criada lloraba mientras preguntaba arrodillada en el frío suelo.
—Luisana, ayúdala a levantarse—ordenó Rodrigo con ceño fruncido. —Si tienes algo que decir, levántate y háblalo.
Luisana estaba a punto de agacharse para ayudar a la criada a levantarse, pero esta sacudió la cabeza con fuerza, negándose a ponerse de pie.
—Si no promete ayudarla, no me levantaré de aquí. Sé que soy una simple criada y no soy más que una hormiga a tus ojos. Pero incluso si tengo que arriesgar mi vida insignificante, quiero ayudar a Noa—declaró la criada con determinación.
—¿Qué ha sucedido exactamente? — Preguntó Rodrigo con seriedad, sintiendo un apretón en el corazón.
La criada secó s