—¿Eres tú? — ¡Víctor y Luisana quedaron aterrados!
El hombre frente a ellos era el mismo que había herido gravemente a Luisana en su último enfrentamiento y había secuestrado a Noa.
Para Luisana, su sola presencia le traía recuerdos muy aterradores.
Y para Víctor en ese momento, era increíble ver a Ernesto de nuevo. Miraba fijamente su rostro, una mezcla de familiaridad y extrañeza total.
Se parecía muchísimo a Julián.
—Antes, si hubieras disparado y asesinado a cualquiera de ellos, aún habría esperanza de alcanzarlos, pero no lo hiciste—dijo Ernesto con gran desprecio, con las manos en los bolsillos de su chaqueta negra, burlándose tontamente de Víctor. —Por eso nunca he pensado mucho de ustedes, policías. Incluso si tienen el poder de castigar el crimen, siguen dudándolo una y otra vez y preocupándose por su propia posición. Ahora, no podrán alcanzarnos.
—¿Quién eres? — Víctor estaba furioso, con el sudor perlado en su frente.
—Pronto te mataré. Saber más no te ayudará de nada—dijo E