Capítulo1850
—¿Es usted la señorita Leona?

En tierra extranjera, al escuchar de repente una voz familiar, Leona detuvo lentamente su llanto, levantando su rostro empapado en lágrimas.

El hombre frente a ella, elegantemente vestido con un exclusivo traje, le resultaba completamente desconocido.

—¿Cómo me conoce usted?

Leona, sin dignidad alguna, se arrodilló ante él, con las manos juntas, suplicando entre grandes sollozos:

—¿Usted... usted es la persona que mi padre envió a ayudarme, verdad? ¡Por favor, lléveme de regreso a la ciudad de México! No puedo soportar estar un día más en este lugar maldito. ¡Estoy enferma, muy enferma! Si no me tratan pronto, no podré sobrevivir. ¿Cómo puede mi padre abandonarme de esta manera, a su propia hija, en esta situación desesperada?

El hombre mantuvo una expresión imperturbable. —Lo siento mucho, Leona, no soy precisamente la persona enviada por tu padre.

Leona volvió a caer derrotada, su rostro reflejando una gran desilusión y desesperación.

—Sin embargo, algui
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