Odalys, al ver a Leona encolerizada por Alejandro, apenas pudo esbozar una sencilla sonrisa. Se sintió satisfecha en silencio, sabía muy bien que este era el momento que había estado esperando.
—Pero ¿cómo puedo vengarme? Los Hernández me ha abandonado, ni siquiera puedo costearme un boleto de regreso a la ciudad de México. Y aunque pudiera escapar, estoy segura de que Alejandro me encontraría en cuanto llegara al aeropuerto. ¡No me atrevo siquiera a pensar en lo que haría para castigarme! —La voz de Leona denotaba total desespero.
—Leona, lamento mucho lo que te ha pasado, así que estoy dispuesta a ayudarte.
Odalys tomó la mano de Leona y la acarició suavemente, —no tienes que preocuparte por el dinero del boleto, puedo patrocinarte. En cuanto a regresar a la Ciudad de México, solo tienes que seguir muy atenta mis instrucciones. Te aseguro que tu hermano no te encontrará.
—¿De verdad lo dices? — Los ojos de Leona se abrieron muy emocionados.
En realidad, ella estaba medio convencida.