Noa, aunque normalmente tiene una mente simple y pensamientos ingenuos, en este momento su mente está excepcionalmente clara y ágil para poder ir valientemente a la escuela.
Finalmente, Rodrigo no tuvo más remedio que ceder y aceptar que Noa continuara asistiendo cumplidamente a clases.
Con el ceño fruncido, el hombre salió rápidamente de la mansión, aún llevando el traje interior húmedo. Aunque Luisana quería que se cambiara, él se negó. No estaba dispuesto a quitarse ese traje que llevaba el cálido aroma de su esposa y conservaba su calor.
—Cuida muy bien de la señora.
—Sí, señor.
Rodrigo se detuvo y su mirada se volvió sombría como el hielo. —Mantén un ojo muy vigilante y asegúrate de que esos desgraciados se mantengan alejados de mi esposa.
—Sí—respondió claramente Luisana con la espalda rígida.
En ese momento, apareció en su mente el rostro brillante y gallardo de Víctor.
Desde que tomó el vestido de gala de Celeste aquel día, Isidora había estado algo inquieta durante varios días