César corrió hacia ellos, con los ojos enrojecidos y húmedos, como si acabara de llorar amargamente.
Como el secretario más leal de Alejandro, había presenciado todo el peso del odio que su jefe soportaba, superando grandes dificultades y peligros hasta llegar a este día. Cuando se anunció el veredicto, mientras estaba ocupado manejando las cosas afuera, hubo un leve momento en el que rompió a llorar, transmitiendo con su llanto la angustia guardada en su corazón.
—¿Has resuelto todo afuera? — Alejandro abrazó a Clara, preguntando con una sonrisa tenue.
César afirmó con una sonrisa radiante. —Sí, todo está resuelto. Por cierto, mi teléfono casi explota; prácticamente todos los medios de comunicación nacionales famosos le han enviado infinidad de invitaciones para entrevistas.
Alejandro respondió indiferente: —Nunca acepto entrevistas.
—Sí, entiendo tu actitud. Así que rechacé amablemente por ti—respondió César con una amplia sonrisa.
Las fuertes emociones de César aún no se habían calm