Alejandro sintió un fuerte peso en el corazón y miró de inmediato a Clara: —Clara, voy a verlos.
Después de todo, en este momento, hay rumores y calumnias sobre ella circulando sin cesar en el exterior. Este es un hospital y si hay algún conflicto con los familiares de los testigos en un lugar tan sensible, podría causar grave daño a Clara.
Él podría manejar y soportar mejor todas esas cosas.
Pero no quiere que su mujer enfrente todo esto; le rompería el corazón.
—Alejandro, entiendo lo que quieres decir.
Clara cubrió su mano con la suya, consolándolo con ligereza: —Pero la persona que quieren ver es a ella y, además, si no hubiera pedido ver a Delfina, las cosas no habrían llegado a este punto. Así que tengo obligatoriamente que salir, expresar mis disculpas y mostrar sinceridad. Sabes cómo soy, nunca retrocedo.
—Yo tampoco retrocederé.
El hombre la miró con profunda ternura, tomó con suavidad su mano y entrelazó sus dedos: —Así que iré contigo.
Aunque Delfina estaba en una habitación