Una cena que resultó sorprendentemente agradable.
Padre e hija compartieron una complicidad silenciosa, evitando mencionar cualquier cosa que pudiera causarles descontento.
—¿Cómo empezaron a comer sin mí? ¿Por qué no me llamaron?
Víctor regresó aburrido y hambriento, se sentó de golpe en la mesa y dijo: —Clara, ¡hiciste toda esta deliciosa comida y ni siquiera te dignaste a llamarme!
Julio y Clara miraron a Víctor y dijeron al unísono: —Te olvidamos.
Después de la cena, Julio se preparó para irse.
Clara lo observó desde los escalones mientras él y Rubén se alejaban, pero Alejandro, sin atreverse a ser negligente, lo acompañó hasta la puerta del coche.
Justo antes de subir al coche, la imponente figura de Julio se detuvo abruptamente, mirando fijamente a Alejandro con una mirada intensa. —No te creas superior. Me quedé esta noche solo porque extrañaba a mi hija y quería pasar más tiempo con ella. Nunca he reconocido que puedas estar con Clara ni te he perdonado.
Alejandro, sin ser sumi