05. Conexión Inexplicable

La boda fue un hermoso evento que acaparó la atención de todos los invitados, pero solo una pesadilla para Nicolle.

Aunque radiante en su vestido blanco no podía ocultar su nerviosismo mientras se acercaba al altar. Su corazón latía con fuerza y en su cabeza se repetía una y otra vez la idea de huir de allí.

Pero a pesar de sus temores la boda siguió adelante. El novio la esperaba sonriendo con la falsa ilusión y el fingido amor, mientras la ceremonia avanzaba. El ambiente era perfectamente cálido y acogedor coronado por la belleza de los detalles que decoraban el lugar.

Y finalmente llegó el momento en que el oficiante anunció los votos.

— Yo, Serkan Metternich, te quiero a ti, Nicolle White, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Sabía que era su turno, pero se sentía incapaz de decirlo. Ante la expectativa de los presentes, terminó mirando a Serkan y se preparó.

—Yo, Nicolle White, te quiero a ti, Serkan Metternich, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Ella luchaba por mantener la compostura pero su mente estaba en otra parte. Se sentía aturdida y confundida debatiéndose entre sus sentimientos y su miedo a lo desconocido.

Y así mientras se celebraba el baile y la fiesta se extendía por toda la noche, Nicolle sonreía forzada, fingiendo el disfrute de todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Aparentando no tener miedo y sentir amor. La boda había resultado ser un gran éxito a los ojos de los presentes.

Estaba segura de que su vida ardería en el infierno, y no sabía por cuánto tiempo soportaría quemarse; era demasiado para ella. Sollozó, sintiéndose tan idiota, comenzando a volcar las emociones que la enjaulaban.

La vida le disparaba lo peor.

—¿Por cuánto tiempo vas a seguir allí? —exigió saber sin dejar de tocar la puerta con fiereza.

Ni siquiera era capaz de pronunciar una sola palabra, se le quedaba en la garganta, le dolía el corazón, le dolía tanto que no podía dejar de estar intranquila.

—¿Por qué no me dejas tranquila esta noche? Te lo suplico, no seré capaz de...

—Te daré dos minutos, no más de eso.

Ella resopló. Increíble que ese hombre no fuera ni un poco compasivo, no sentía nada de compasión en absoluto.

Entonces se secó los ojos y salió, ya estaba solo con su ropa interior. Él como un felino la acorraló contra la pared en cuanto la vio y clavó sus ojos en ella.

—Eres mi esposa, Nicolle. Te guste o no, vas a saciar mis necesidades a partir de este momento. ¿Es tu primera vez? Ya lo creo —se burló.

—No miento —se le quebró la voz —. Todavía no estoy preparada para dar ese paso.

Serkan alargó la mano y ocultó un mechón de su cabello tras su oreja.

—¿No lo estás? Eres muy ilusa —y atacó sus labios con ferocidad, tomando todo de sí, dejándola sin oxígeno, al principio intentó apartarlo y braceó buscando la liberación, pero acabó retrocediendo.

No logró ser libre de aquel tipo famélico que no tenía ni un poco de cariño en el acto. En algún punto ya nada los apartó de sentirse piel a piel, de encontrar la perdición. Sucedieron muchas explosiones en el fondo de su ser, satisfacción momentánea y odio perpetuo por ese sujeto que se tomó un derecho que no merecía.

Al final le dio la espalda, aferrada a esas cobijas que ocultaban su cuerpo desnudo, Nicolle miraba un punto de la habitación matrimonial, extraviada y dejando que fluyeran las lágrimas.

Culpable por llegar a disfrutar por un mísero momento, lo que sucedió.

Tan indescifrable como solía, Serkan se durmió, sin una pizca de remordimiento, no se asomó arrepentimiento en él, porque era algo que no lo habitaba.

***

Torturada por la luz invadiendo la habitación, se soltó del sueño, cayendo en la realidad y de lo que fue su noche de bodas. Estiró cada una de sus extremidades antes de ponerse en pie, encontró un vaso de agua en la mesita de noche y sobre una servilleta perfectamente doblada permanecía una pastilla.

Frunció el ceño, pero lo entendió todo al leer la nota: Toma la píldora, no quiero que te embaraces.

No debía soprenderle que no iniciara la oración con un "Buenos días", aún así, le resultó tan duro incluso con palabras, pero en algo sí estaba de acuerdo con él, pues tampoco quería quedarse embarazada y menos darle un hijo a ese hombre tan detestable. Era indiscutible.

Se tomó la píldora y salió de la habitación. Era de verdad una locura todo lo que pasaba.

El silencio recorría toda la zona, y en algún instante se volvió insoportable, pitando en sus oídos. Se preguntó si el señor "témpano" se fue a trabajar.

Por eso inspeccionó la zona, no lo halló. Aunque luego escuchó su profunda voz que provenía del pasillo. Se asomó y no vio a nadie, entonces avanzó por el mismo y se detuvo en esa puerta. ¿Y si estaba en el despacho?

—De acuerdo, Charles, deberías exigir más. La última vez los informes resultaron ser una mediocridad —alcanzó a escucharlo, conversaba con su hermano vía telefónica.

¿Por qué no fue a trabajar? ¿qué hacía allí en lugar de estar en la compañía? Todo eso se preguntó, sin obtener una respuesta.

Antes de que él se percatara de su presencia, se alejó.

Una vez en la cocina, preparándose algo de comer, lo evocó todo. La noche, sus miedos y el implacable nerviosismo, todo la envolvía. Sin embargo serpenteó una sensación diferente que trajo ardor y un intenso sonrojo a sus mejillas.

—Debo estar loca —rugió dándose palmaditas en la cara —. Él es un loco, métete eso en la cabeza, Nicolle, estás casada con un pedazo de hielo, un idiota, un tipo egoísta...

—¿Con quién estás hablando?

Saltó en su lugar y se llevó una mano a su corazón, se dio la vuelta con lentitud, antes de encontrarse con sus ojos zafiros.

Una sonrisa maliciosa se deslizó por sus labios. Entonces se acercó a ella, haciendo que retrocediera hasta que su espalda chocó contra la pared.

Nicolle se sintió acorralada. Estaba atrapada, sin escapatoria. El miedo se apoderó de ella, su corazón latía con fuerza en su pecho. Pero no pudo evitar notar el deseo en los ojos de Serkan mientras se le quedaba viendo. Una chispa de excitación se encendió en su cuerpo, haciendo que su piel ardiera bajo su mirada intensa. ¿Qué rayos era eso?

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Nicolle, su voz salió temblorosa mientras su cuerpo luchaba por escapar de su agarre.

Serkan sonrió, había un brillo malévolo en sus ojos. A medida que se acercaba más a ella, Nicolle se sentía cada vez más atrapada, más vulnerable a su aura amenazante. Pero al mismo tiempo, no pudo evitar sentir un extraño zumbido de emociones confusas dentro de ella.

—Tú ya lo sabes —susurró Serkan con voz ronca y peligrosamente sexy.

Nicolle tembló ante su tono arrogante y dominante, pero no podía pelear contra la forma en que su cuerpo reaccionaba. Su corazón latía con fuerza, su cuerpo temblando bajo su toque. Cuando Serkan se inclinó hacia ella, con sus labios a punto de tocar los suyos, Nicolle se sintió perdida.

En ese momento, la única cosa que sabía con certeza era que algo estaba sucediendo entre ellos. Ya no podía negar esa extraña, intensa conexión que la jalaba hacia él. ¡¿Cómo podía sentirse así por un tipo como él?!

Con un suspiro tembloroso, Nicolle se dejó llevar. Prefirió inclinarse a ello, que a su instinto que le gritaba que corriera lejos...

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