“Él necesitaba una esposa y un hijo, ella necesitaba su dinero... Ambos hicieron lo que pensaron era lo mejor y sellaron el contrato con una noche de pasión, hasta que eso no bastó”. Cuando Oliver Spyrou descubrió que su fallecido padre tuvo escondida a su segunda familia, jamás imaginó que para no perderlo todo, debía casarse... y tener un hijo. ¿Lo más extraño? Que la candidata perfecta para ser su esposa era la nueva secretaria. Ahora lo difícil sería fingir que eran un matrimonio de verdad y no quemarse con el fuego de su deseo.
Leer másEl calor de ese día estaba casi asfixiándola, y haciendo así que la camisa se le pegara al cuerpo como si no tuviera suficientes problemas ya con todas las cosas malas que le sucedían recientemente.
Buscar empleo era, sin lugar a dudas, la cosa en el mundo que más odiaba hacer. Pasar por un sin fin de pruebas, preguntas y personas para nunca jamás recibir una respuesta o si la recibías, era para agradecer tu pérdida de tiempo porque ya habían encontrado a alguien mejor calificado que tú.
Tenía una vida de porquería. A medio camino se quitó los tacones para seguir caminando descalza, no soportaba más el dolor que le daba caminar con esas armas mortales. Unas lágrimas se colaron por sus mejillas, las cuáles quitó rápidamente con el dorso de la mano con una frustración enorme. También odiaba mostrarse débil, era patético.
Su madre estaba enferma, muy enferma. Le habían diagnosticado un tumor en la cabeza que si bien era benigno, si que necesitaba ser extirpado con una urgencia enorme porque era una parte del cuerpo delicada, además los médicos no querían que eso avanzara a otro tipo de tumor, uno canceroso por ejemplo. Pero no eran de una familia adinerada.
Podían permitirse comer carne, ir al cine, no cocinar todos los días y cosas así. Pero una cirugía mayor costaba tanto como un coche; no podían pagarla, si los tratamientos ya consumían la mayor parte del dinero y no les quedaba nada más de valor que podrían vender.
Se dejó caer en la banca del parque, ya sin energías.
Estaba enojada con sus hermanas, sus tontas hermanas Aylin y Sandie. Ambas se habían deslindado de la responsabilidad al decir que ya tenían hijos y que no podían ayudarla económicamente. Solo habían buscado la manera de hacerla sentir mal, con sus comentarios odiosos tipo: "sigues viviendo con mamá, ¿Por qué no consigues el dinero tú?" Pero Elissa odiaba que por eso la responsabilidad recayera sobre sus hombros. Si bien sus hermanas iban a visitar a la madre de ellas y trataban de ayudarla en otras cosas, no había ninguna ayuda económica.
Amaba a su madre, más que a nada. Pero aquello la superaba en sobre manera, no tenía mucho que ofrecer, estudió negocios internacionales para jamás salir de México, todos la tomaban por una rubia tonta de la que no se podían fiar. Y con su falta de experiencia añadida, era un plus para mandarla a freír espárragos. Aunque había obtenido el trabajo de editora en la editorial Izmar, no le dejaban libros tan importantes y siempre llegaba un supervisor para evaluarlo finalmente. No confiaban en sus capacidades.
Observó a los niños jugando en el parque, deseando ser otra vez una niña, sin aquella carga pesada sobre los hombros, desempleada y arruinada. Deseó volver a tener esa mente inocente y pura, que creía en Barbie. Creía que podía ser lo que quisiera ser
Recordó con amargura que a pesar de haber estudiado algo diferente, pensó que podía ser una editora exitosa. Pero la habían cambiado por una editora más "competente" que no tuviera contratiempos como tener una madre enferma.
Pues al carajo. Necesitaba un trabajo de tiempo completo que no justificara su despido con estupideces, que no fuera porque en realidad querían una compañera más guapa y fácil a la que llevarse a la cama sin que ésta se resista y acepte encantada su acoso laboral.
Aquellos manos largas podían sacar la basura de su casa.
Sintió su teléfono vibrar en el bolso, el cual estaba totalmente arrugado y parecía concordar con su estado de ánimo. Saco el móvil, viendo que quien llamaba era Erica, su amiga. Forzó su mejor sonrisa para sonar alegre al contestar.
—¡Erica! —exclamó, fingiendo felicidad.
—¡Elissa! ¡Hola! ¿Cómo estás? —inquirió ella.
Hablaron unos segundos sobre su madre y su falta de empleo. Aquello le molestaba, no quería atosigar a su amiga con los problemas que tenía encima. Erica volvió a ofrecerle ayuda.
—No, no. Y te agradezco la intención, pero jamás me aprovecharía de que tienes un marido millonario y que tienes un gran trabajo. Eres una de mis mejores amigas, no tienes porqué resolverme la vida. Además, estoy segura que pronto consigo algo —dijo, con toda la positividad que fue capaz de reunir.
—Entiendo, Elissa. Yo quería también decirte sobre el bautizo de Zarek, sabes que estás invitada y… Quisiera que conozcas a un amigo de Alistaír.
Elissa frunció el ceño, eso sí que era raro.
—¿Amigo? Oh, no, espero no estén haciendo de casamenteros porque sabes lo que opino de eso... —empezó a contradecir.
Erica gimió con frustración al otro lado de la línea.
—Ya lo sé, cariño. No es eso, quiero que conozcas a Oliver porque será el padrino. Y es probable que tenga un trabajo para ti —añadió como quien no quiere la cosa.
—¿Es un amigo millonario como Alistaír? No sé qué podría aportar —negó con la cabeza aunque sabía que Erica no podía verla—. Soy una editora. Una aburrida editora que para los hombres no es nada más que una falda con piernas.
Su amiga rió un poco.
—Sabes que eres una falda con piernas lista y eficiente, solo que no te ha mirado el hombre correcto —afirmó convencida—. Es por eso que debes venir y conocer el trabajo que Oliver tiene para ti, es una gran oportunidad, ¿No crees? Tiene que ver con lo que estudiaste, imagina eso en tu currículum
Elissa cerró los ojos, vencida. Claro que entendía lo bueno que eso le vendría para su historial laboral, necesitaba un empleo rápido. Y si tenía relación con lo que estudió, seguro podría conseguir luego un mejor trabajo.
—Estaré ahí y hablaré con él —aceptó finalmente.
Luego, fue a casa. El lugar estaba silencioso y triste, desde que su madre se quedaba internada en el hospital, sus hermanas se habían ido cada una con sus esposos y su padre estaba en la milicia tratando de mandarles dinero con el servicio que hacía, la casa estaba tan desolada que sintió como la soledad se le metía hasta los huesos. Otra vez, inútiles lágrimas llegaron a arruinarlo todo, porque no pudo parar de llorar por la miserable vida que tenía.
Cuando terminó la escena tonta que se había montado sola, se preparó unos chilaquiles. Y se los comió sola en la sala, viendo «Los hechiceros de Waverly Place», deseando poder hacer lo mismo, agitar una varita y acabar con sus problemas.
Después tomó un baño, pensando en lo que usaría al día siguiente. El bautizo tendría lugar en un salón ahí en México, cerca de la casa de la abuela de Erica. Querían que ella estuviera más tranquila en su país natal, así que la fiesta iba hacia ella. Recordó lo divertido que había sido en el pasado, cuando todas vivían cerca y se veían todos los días para jugar.
Ahora Melinda iba de mochilera por el mundo, y Erica estaba casada y tenía el trabajo de sus sueños. Se sintió tan… absurda, tan vacía. Era un cascarón vacío. Todo lo bonito de su vida se estaba extinguiendo. Paso toda la tarde tan triste, que para la noche se le revolvió el estómago imaginar cenando sola nuevamente. Así que decidió comer fuera.
Se vistió con una sencilla falda amarilla a cuadros, un top verde. Elissa no era sexi, no trataba de serlo, no le importaba serlo. Así que no le sorprendió que al verse al espejo, el conjunto no combinara en lo absoluto.
Bufó, con un encogimiento de hombros.
—Elissa Sandoval, ¿Qué estás haciendo con tu vida?
Ese día en especial, viendo a parejas besarse mientras caminaba por las calles, le hizo pensar en su nula vida amorosa. Ella no era virgen, y no había perdido su virginidad con un hombre, sino de otro modo. Pero en las siguientes ocasiones tuvo sexo casual en el club al que iba, era conocido porque allí solamente podías ir una vez por semana, jamás más de dos veces. Esto para variar las personas con las que se podía tener un encuentro sin ataduras, seguro y respetuoso.
Nadie sabía de eso, y le daría muchísima vergüenza. Pero recurría al sexo cuando su vida caía en picada, le encantaba olvidarse de sus problemas y perderse entre las sábanas con un hombre… o una mujer. Elissa era bisexual. No se negaba a los placeres de ambos sexos. Y eso era algo que tampoco nadie sabía.
Llego al club y mostró su tarjeta, la cual indicaba que la última vez que había asistido era hacia dos semanas. Le marcaron ese día y la dejaron entrar. Dentro era cómodo e íntimo. Podías comer en el pequeño restaurante que había, ir a las piscinas, a las canchas... Realmente el dueño se había esmerado en hacerlo un lugar divertido.
Primero cenó comida china, la cual era la más deliciosa de la zona, había que admitir. Y después fue al bar, que estaba en el cuarto consiguiente. Era un lugar grande, había una bola disco en el techo, las paredes eran de piedra natural negras que daban un aspecto rústico, el piso era de cerámica gris. Todo daba un aire privado, preciso para lo que se buscaba.
Bailo un rato sola en medio, tratando de pescar algún interesado o interesada en pasar la noche con ella. No tuvo que esperar mucho, pues de pronto unas manos firmes y grandes la agarraron por la cintura.
—¿Sin nombres reales? —preguntó la voz, con un timbre ronco y sedoso. Era un hombre.
Ella asintió.
—Dime Caperucita —susurró.
El hombre rió.
—Me encantas, Caperucita. Yo seré tu Lobo.
Elissa curvo una media sonrisa.
—¿En serio crees eso? Yo era una carnada, y tú has caído en la trampa —explicó, moviendo las caderas al ritmo de la música.
—Touché. Entonces, Lobita, ¿tienes planes esta noche además de bailar tan sensualmente? —preguntó contra su oído—. Porque yo no.
Miré el tatuaje detenidamente, y una sonrisa floja adornó mis labios. Era la primera vez que la veía; la acaricie con las yemas de mis dedos, bordeando el perímetro del dibujo en la piel de Oliver. Eran dos personas: Un hombre adulto con alas en la espalda, de la mano de un niño. El tatuaje era simple, las figuras contorneadas y rellenas con tinta negra. —¿Eres tú? —susurré, sintiendo una tristeza invadir mi pecho. No hablábamos mucho sobre esto, pero yo sabía cuánto él quería devolver el tiempo y conversar con su padre sobre todo lo que había pasado... Sabía que quería decirle que le perdonaba. Él asintió de espaldas a mí, podía sentir la tensión en su espalda, después de un año por fin me mostraba su más grande secreto. —Me lo hice a los dieciocho, cuando sufría por la presión que mi padre ponía en mí. Y al morir, hice que le agreguen unas alas. Suspiré. Acerqué mis labios a su espalda baja, y le dejé un beso fugaz. —Es una buena manera de guardar tributo. Estará contigo siempre
—Ya pudimos averiguar quién pagó la fianza, señor. Alexei dejó de dar vueltas alrededor del cuarto, porque estaba tan malditamente nervioso que no podía hacer más que eso. Primero, porque el día anterior su madre tardo media hora en rendirse e irse de su casa. Le había sido difícil no abrirle la puerta, pero debía de ser fuerte. Su madre únicamente lo quería por el dinero que pudiera obtener, no por nada más. Y no permitiría que le siguiera haciendo daño a él ni a Oliver. Ya era hora de que ella lo supiese, lo mucho que le había afectado crecer así. Siempre tomaba decisiones por él: qué debía estudiar, dónde debía estudiar, los amigos que tendría o no... Su padre fue muy bueno con él. Aunque no vivía con ellos, cada vez que iba le hacía sentir querido, no como una "tarjeta de buena suerte", sino como eso, su hijo. Le enseñó a leer, a jugar básquet, le enseñó a quitarse la barba, le enseñó muchas cosas. Y cada vez que se iba, le decía lo orgulloso que estaba de ser su padre. Él le er
Aquel día todo estaba saliendo bien. Primero, se despertó y vió a su dulce esposa durmiendo a su lado después de una noche especialmente agitada. Habían celebrado el día del amor haciendo el amor, viendo películas cursis y comiendo lo que Amira les había preparado con dedicación. Luego, el presidente de una empresa de autos llamada "Helvra" había aceptado firmar la colaboración con Spyrou Corp. Harían un comercial que les beneficiaria a los dos, sobre las ventajas de asegurar tu auto Helvra con Spyrou Corp. Así que estaba sonriendo, recordando la noche anterior con Elissa, cuando escucho que la puerta se abría de par en par:—Ella salió —Fue todo lo que dijo.Oliver dejo de hacer lo que estaba haciendo en ese momento, y levantó la mirada de los papeles que debía firmar para la colaboración importante. Akram entró sin tocar, y estaba respirando agitadamente, como si hubiera corrido kilómetros.—¿Qué sucede? ¿Quién salió? —preguntó, confundido.Las cosas habían estado tranquilas los últ
Oliver Spyrou estaba ahí mismo, en la fondita de Lichita, con su traje de diseñador perfectamente cuidado. Se había cortado la barba incipiente, pero tenía uno de sus piercings en el labio. Tan exquisitamente delicioso... Su cabello color arena lo tenía bien peinado, esos ojitos preciosos del gris de una tormenta la miraban con intensidad. Solo a ella la miraba. Había extrañado esa mirada con una desesperación increíble...El aire se le quedó contenido en sus pulmones, no podía formular una palabra. Unas lágrimas traicioneras comenzaron a llenar sus ojos, pero se negó a dejarle ver cuánto lo extrañaba, cuánto le afectaba. Elissa tenía que ser firme y decidida, no iba a permitir que siguiera haciéndole más daño, de eso se aseguraría.—Soy su esposo. Oliver, el estúpido que fue tan idiota como para dejar ir a la mujer más importante de mi vida. Mi dulce, dulce Elissa... Te extrañe —respondió él sin dejar de mirarla fijamente.El pequeño corazón de Elissa dió saltitos de emoción. Ahí est
Úrsula y Elissa se dieron un abrazo cariñoso de despedida después de pasar toda la tarde juntas, charlando. Era como la típica mamá a la que podías contarle todo sin dudar, ella realmente hubiera querido sentirse completamente esposa de Oliver, porque Úrsula sería una segunda madre para ella en todo sentido. Aun así, no pudo decirle por qué no estaba en Grecia, tuvo que inventarse una excusa sobre su madre, diciendo que quería cuidarla ahora que su padre volvía al trabajo, su hermana Aylin volvía a casa con su esposo e hija, y Sandie estaba luchando por sacar adelante a su hijo con su nuevo empleo.Úrsula le contó los detalles de su matrimonio.—Sí, fue un matrimonio complicado y muy duro. Fue concertado también... Si te digo que me arrepiento, estaría mintiendo. Ese matrimonio también me hizo feliz, pues me dio a mis tres grandes razones de vivir —dijo—. Pero tú y Oliver tienen algo diferente, puedo notar cómo se miran, ustedes dos tienen algo diferente. Hay un amor profundo, aunque
Reconstruir algo era complicado, sobre todo, cuando eso que debías reparar, era tu destrozado corazón. Sumado a que no le había dicho nada ni a su familia o amigos, más que a Erica... Estaba sola para recoger los pedazos.Elissa esperó pacientemente, pero el acuerdo de divorcio no llego pasado el mes. Ya era octubre, y no tenía noticias de los abogados de Oliver. De hecho, no tenía noticias en lo absoluto de Oliver. Le dio un tiempo de gracia para ver si se arrepentía, pero eso no sucedió. Pero se mantuvo al tanto del Instagram de Akram, y vio que él estaba trabajando mucho. En las historias, se veía por algunos segundos Oliver, se veía cansado.Así que Elissa no le culpó del todo, de hecho, cierta parte de ella se preocupaba por él. ¿Dormía, comía bien? ¿Se estaba presionando demasiado? El amor que sentía por él no se podía borrar ni firmando un papel de divorcio, menos a un millón de millas náuticas. Él se había instalado para siempre en su triste corazón.Revolvió la comida que ten
Último capítulo