Capítulo 3

(...)

Tocan el timbre, dejo el vaso de agua en la encimera y camino hacia la puerta.

—¡¡¡Gabriel!!! —me sorprendo al ver a la persona que menos esperaba.

Wao… Esto no me lo esperaba, me sorprende su visita inesperada, ¿cómo sabe donde vivo? Ah, mis datos personales, tuvo que revisar mi hoja de vida, dado que no encuentro otra justificación.

—Liz ¿cómo estás? —en su rostro se le dibuja una enorme sonrisa—. Puedo pasar.

—Sí, claro, pasa, estás en tu casa —tartamudeo de la impresión—, y que te trae por aquí—pregunté con una pizca de curiosidad.

Él pasa y yo con el rostro impresionado cierro la puerta. Lo invito hacia la sala para podernos poner cómodos, puede que esté sorprendida, pero no seré una maleducada.

—Liz, es que quería hablar contigo y si me permites podemos tomar un café —dice tras sentarse sobre el sillón.

¿Me estará invitando a salir o quiere conversar aquí? 

—Yo...  —cuando iba a contestarle, tocan el timbre.

Me ha salvado la campana, es que la verdad no sé qué decirle; es que es mi jefe, mi superior y una pasante no puede salir con su jefe o solamente como un par de amigos, pero algo de una relación, no.

Me disculpo con Gabriel y corro hacia la puerta antes que diga algo que no deba y menos pueda.

—¡¡¡Dylan!!! —¡No puede ser!, esto es un presagio.

Dylan trae en sus manos un ramo de flores y unos chocolates. 

Oooh... por Dios, es mejor que me lleves ahora mismo, no puede ser que me pongas a dos hombres cuando no tenía ninguna sombra detrás de mí, pero de todo esto es que yo no te he pedido que me presente a ningún hombre.

¡Se me junto el ganado!

—Esto es para ti, princesa —guiña un ojo tras extenderme el ramo de flores—, puedo pasar o me dejarás aquí. 

Como toda un robot, asiento, me hago a un lado y le ofrezco que pase. Mientras él se adentra al apartamento yo tomo una bocanada de aire para hacer acto de presencia ante los dos hombres que se encontraran.

¡Pero esta puede que sea mi oportunidad para que a Gabriel le quede claro que no puedo tener nada con él!

Dylan entra, y los ojos de él van directo a Gabriel.

Dylan 

M****a, ¿qué es lo que está pasando aquí?

Vengo en son de estúpido enamorado y lo que me llevo es la sorpresa que un hombre está dentro del apartamento de ella, ¿por qué un hombre está dentro de su apartamento?

¡Ella me dijo que no tenía novio!

—Hola —me muerdo la lengua para no explotar y ser el hombre que llevo dentro de mí.

Es que no creo que ese imbécil sea primo y menos su amigo porque se nota que él está enamorado de ella por lo que es evidente su molestia al ver mi presencia.

—Dylan, te presento a Gabriel —dice con tono nervioso—, es un amigo—¿amigo?, eso lo dudo porque ahora estoy cien por ciento seguro que él quiere algo más—, y Gabriel te presento a Dylan, él es...

—¡¡¡Su novio!! —exclamo tras acercarme a Liz.

No me importa si parezco un puto controlador y manipulador, pero en este mundo se trata de vivir o morir y lo único que quiero es vivir y obtener todo lo que quiero.

Puede que Liz me odie, pero le demostraré que ese tipo no está aquí por ser un buen amigo, de cerca y de largo se nota que está más obsesionado que yo.

—Disculpa Liz, no pensé que tuvieras novio—¡Ja, el puto esta que se muere!—, disculpa—el imbécil baja la mirada—. Liz me llegó una emergencia—saca su móvil del bolsillo de su pantalón—, así que te veré en el turno de mañana, otra vez disculpa—ja, ja, ja… eso es una excusa barata—. Me tengo que retirar, ya saben que el deber de un médico es atender al que lo necesita.

—Sí, claro —Liz se ha quedado sin palabras—. Gabriel, mañana podemos hablar —murmura y él asiente—. Te acompañó Gabriel—Liz me entrega el ramo de flores y la caja de chocolate para acompañar al imbécil. 

Me acerco al comedor y dejo sobre la mesa el ramo de flores y la caja de chocolates. Doy media vuelta al escuchar cuando ella cierra la puerta.

—Pero qué es lo que te pasa Dylan —wao, ah, explotado—. Quien crees que eres para decir tal cosa ¡dime!— exclama una Liz exaltada, se nota que está enojada, y solo por esa mentira. 

Pero es que lo tenía que hacer porque ese imbécil quería algo con ella y yo debía marcar mi territorio.

—Disculpa, sé que me he pasado y hasta el fondo —susurro cabizbajo—, pero es que no pude retenerme y ver que ese...—guardo silencio y mejor le digo la verdad antes que me bloquee en su móvil y me corra de su vida.

—No te permito que hables y decidas por mí.

—Lo siento, pero es que me he enamorado de ti y lo único que hice fue decir lo que anhelo y lo que siento.  

—Pero es que nos tenemos que conocer, no puedo decirte que tengamos algo serio cuando de verdad no sé qué es lo que quiero.

No la presiones… no la presiones.

—Te prometo que no te presionaré, lo único que te pido y suplico es que me des una oportunidad —lentamente me inclino y poco a poco me arrodillo ante ella—. Dame una oportunidad y si no te gusta me puedes m****r al carajo.

—Está bien… está bien… levántate —se inclina hacia delante y posa sus manos en mis brazos—. Lo único que te pediré es que me tengas paciencia y que si no resulta, cada quien se puede ir por su lado.

¡Perfecto!, esa es la oportunidad que quería.

Me levanté y comencé a decirle “gracias”, incansablemente.

Ella me propuso que para olvidar este mal rato deberíamos comer algo y ver un par de películas. A mí me parece que es una excelente idea para pasar más tiempo juntos.

Liz.

(...)

Abro mis ojos lentamente, ya que siento que he dormido más de lo que estoy acostumbrada. Siento una enorme tranquilidad en mi ser. Me suspendo hasta sentarme sobre la suave y cómoda cama. 

—Buenos días —abro mis ojos al escuchar esa voz conocida.

¡Por Dios!, llevo ambas manos a mi rostro, y siento como mis mejillas poco a poco comienzan a arder.

—¿Qué haces aquí? —tomo rápidamente el edredón y me cubro.

—No lo recuerdas —pregunta con tono divertido—, después que vimos esa película de terror me pediste que te acompañara porque tenías miedo de que alguien apareciera y te llevará.

¡Oh, por Dios!, todo eso dije.

Siento que él se sienta, me tiende la mano, volteo a verle y lo primero que veo es esos ojos brillantes, ardientes… excitados. 

Me jala hacia su cuerpo. El movimiento me pilló de sorpresa y de pronto siento su cuerpo junto al mío. 

—Dylan —jadeo.

—Puedo —me susurra—. Me has vuelto loco—sus palabras me enloquecen y me envuelven en un momento de frenesí.

Sus palabras son como una trampa que me dejan atrapada antes sus encantos. Me arde la sangre de deseo. Sus labios se acercan a los míos, me besa suavemente y me chupa el labio inferior.

Respiro entrecortado y no puedo apartarme de él, no quiero. Él me separa, y se quita la camisa y la lanza al suelo.

El corazón se me dispara y la sangre me bombea por todo el cuerpo. El deseo, sí, un deseo caliente e intenso que me invade el vientre. 

Alza una mano y pasa suavemente los dedos por la mejilla hasta el mentón.

Los músculos de mi parte más profunda se tensan con infinito placer, es una sensación extraña. El dolor es tan dulce y tan agudo que quiero cerrar los ojos. Sin pensarlo y menos él espéralo, me doy media vuelta… Me abalanzo a sus labios y él los acepta con exigencia

Empieza a levantarme la camisa y despojarla de mi cuerpo, besándome ligeramente la mandíbula, la barbilla y la comisura de mi boca. Mmm… no quiero detenerme y menos quiero que él se detenga.

—Dylan —jadeo.

Mis senos no quedan tan expuestos a él, ya que mi sostén lo cubren.

—Eres tan perfecta —me dice—tienes una piel preciosa, blanca y perfecta—sus palabras me sonrojan.

Nuevamente une sus labios con los míos, su beso es exigente, su lengua y sus labios. Gimo y mi lengua indecisa se encuentra con la suya. Me rodea con sus brazos, me acerca a su cuerpo y me aprieta muy fuerte. Una mano sigue mi pelo y la otra me recorre la columna hasta la cintura y sigue avanzando. Siento su erección y mi cuerpo se estremece.

Lo deseo con locura, lo cojo por los brazos y siento sus bíceps. Es sorprendentemente fuerte… musculoso.

Se aleja de mí y me dice que me acomode hasta quedar extendida sobre la cama y él posa a horcajadas sobre mí.

Me sujeta las caderas con las dos manos y desliza la lengua por mi ombligo, avanza hasta las caderas mordisqueando.

—Ah —gimo.

No esperaba verlo ante mí, sentí su lengua recorriendo mi cuerpo. Es excitante. Apoyo las manos en su pelo. Sube las manos y me quita lentamente el pantalón pijama sin apartar los ojos de los míos. 

Cierro los ojos, con expresión de mucho placer, y siento como una sacudida. Me besa mi abdomen e introduce su lengua en mi ombligo. Sus labios ascienden hacia mi torso. Me arde la piel. Estoy sofocada. Por un momento siento mucho calor. Tomo la sabana sobre la que estoy tumbada y la hago puño con mi mano.

Mete el dedo índice por la copa de mi sujetador, la baja muy despacio y deja mi pecho al aire. Los pechos se me hincharon y los pezones se me endurecen bajo su insistente mirada.

Me chupa suavemente un pezón, desliza una mano al otro pecho, y con el pulgar rodea muy despacio en el otro pezón. Gimo.

Tiro la cabeza hacia atrás con la boca abierta y gimo. Mi respiración es todavía irregular mientras recupero del orgasmo. Desliza una mano hasta mi cintura y la otra la posa en mis partes íntimas… Ay. Introduce un dedo por el encaje y lentamente empieza a trazar en círculo alrededor de mi sexo. De repente me quita las bragas y las tira al suelo.

Al verme completamente desnuda y solo para él, sale de la cama. Se quita también la ropa y libera su erección. 

¡Madre mía!, ¿cómo va a entrar eso en mí?

—Eres tan preciosa y delicada —susurra.

Cierro mis ojos y… —¡Soy virgen!

—¿Qué? —se suspende y creo que aquí todo se ha acabado.

—No le veo nada malo —volteo mis ojos—. Puedo entregarme con el hombre que quiera y si no quieres…

—Ssshhh —pone su dedo índice en mis labios—. Eso aún te hace especial a ti y a mí me hace sentir un hombre afortunado—nuevamente él vuelve a la posición donde está hace unos segundos.

Coloca la punta de su miembro erecto delante de mi sexo y me penetra.

—Aaayy… — siento como mi virginidad se desgarra, sintiendo una extraña sensación en los más profundo de mí, como un pellizco. 

Él se queda inmóvil y me observa con ojos brillantes.

Entra y sale de mi cuerpo. Y a medida que voy acostumbrándome empiezo a mover mis caderas hacia las suyas, dejándome llevar por lo que mi cuerpo siente. Acelera. Gimo y penetra una… dos… tres… cinco y diez veces más. Me agarra la cabeza con las manos, me besa bruscamente.

—Amor, déjate venir —me dejo ir cuando lo dice.

Llego al clímax y estallo en mil pedazos bajo su cuerpo mientras él corre también tras gritar mi nombre de una última embestida se queda inmóvil...

Todavía jadeo, intento recuperar la respiración y los latidos de mi corazón. Muy despacio empieza a salir de mi cuerpo.

(...)

Cinco horas después de pasar toda la mañana con el papito de Dylan, aunque hubiese deseado pasar más tiempo con él, pero tuvo que entrar una llamada de mi jefe y mi deber es cumplir mi pasantía para poder graduarme.

¡Pensé que eran dos días, pero estudio, son estudios!

Llevo media hora en mi consultorio y de pronto entra la secretaria del jefe de la clínica y me dice que tengo que dejar un momento mis citas porque el Dr. Necesita de mi presencia.

“Otra vez”.

Amablemente término con mi paciente para luego levantarme con un poco de molestia. Una cosa es que quiera ser mi amigo y otra que se aproveche de su poder.

 Doy dos toques a la puerta, esperando hasta que él me diga. ¡Pase!

—Hola, Liz pasa y siéntate —sin esperar más me adentro a la oficina y con un poco de desconfianza me siento quedando frente de su escritorio

—Hola, Gabriel —susurro entre dientes—. Ya pronto será mi descanso así que me puede decir para qué soy buena—intento ser un poco empática.

—Liz, disculpa lo de ayer —¿mmm?, eso ya paso—, no sabía que tenías novio—¿será que tengo en la frente un letrero que dice virgen y soltera en apuros?—Como nunca lo vi en tu vida—se inclina hacia la mesa de su escritorio, penetrando su mirada ante mí—. Disculpa por entrometerme en lo que no debo, pero te quiero confesar algo—traga grueso y yo suplico en mi mente que no lo haga—. Liz, estoy enamorado de ti desde que llegaste aquí, pero no podía declararme ante ti porque eres mi pasante y si te lo digo ahorita es porque estás a la nada de salir y eres una buena doctora—me he quedado anonadada y lo único que pido es que me trague la tierra—. Sé que acabas de conocer a ese hombre, pero no desistiré en conquistarte y también sé que estamos en horas laborales, pero al diablo eso—se exalta—, yo soy el dueño y tú eres mi vida, y para ser realista siento que te estoy perdiendo Liz y eso no quiero.

Confesiones; amores, conquista. 

¿Pero cuándo me tuvo en su poder?

—Gabriel, yo no sé qué decirte —tartamudeo e intentando buscar las palabras adecuadas—, pero si te seré clara en algo—aclaro mi garganta y me acomodo en la silla—, lo siento por todo y también por no poder corresponderte—mis palabras son totalmente sinceras—, yo te considero mi jefe y puedo hacerlo como un amigo, además… Jamás pensé que sentías algo por mí—me excuso.

—Tranquila —los oigo aspirar fuerte—. Sé que en un descuido te conquistaré y verás que el amor de tu vida seré yo y no él—se señala él mismo.

—Pasa linda tarde Gabriel, me retiro, ya que voy a mi descanso y sin olvidar que tengo un par de pacientes que me esperan.

Me levanto, doy media vuelta tras salir de esa oficina sin mirar atrás, no quiero y no puedo hablar de estas cosas con mi jefe.

Ah, pensaba ir a la cafetería, pero primero debo salir de mis pacientes y luego iré a tomarme un café, ya que lo necesito con urgencia.

Me siento malhumorada, no que es lo que piensa Gabriel, no me ha faltado el respeto, pero en mí no lo veo como una pareja, podría que fuese en un futuro, pero no en este momento.

***

—Liz ¿qué pasa?, ¿por qué estás tan pensativa?

—Morgan, te contaré algo —alzo mi mirada y le señalo a mi amiga que se siente.

Empiezo a contarle a Morgan, detalle por detalle de lo que paso en la oficina de Gabriel y de lo que viví con Dylan. Al principio grito de lo enfadada que estaba, pero luego grito de alegría al saber que he dejado de ser la virgen del grupo.

Si fuese a otra persona que se lo contara, estoy segura de que me juzgaría por meterme con un hombre desconocido, pero mi amiga no lo hace porque uno puede hacer con su cuerpo lo que quiera.

Mi experiencia fue única e inigualable, hasta puedo decir que sentí esa sensación de que él era la persona con la que debía tener mi primera vez, tal vez ya no lo vuelva a ver, pero no me arrepiento por ello.

Mientras ella grita y trata de asimilar lo que le estoy contando veo mi móvil que está entrando una llamada de Dylan.

—Aló —contesto e ignoro los gritos de mi amiga.

—Hola, como va tu tarde.

—Bien, pensando un poco en mí y también en ti —demasiada empalagosa mis palabras—, ahora estoy tomando un café, ya que pronto retomaré mi turno—mi amiga deja de gritar al ver que estoy hablando con la persona de la que ella quiere conocer—. Mi hora de salida será a las ocho de la mañana—ahí estoy siendo demasiada directa.

—¿Por la noche puedo verte? —eso significa que capto mi directa, ya que lo primero que quiero después de salir de trabajar es, “dormir”.

—Te estaré esperando —susurro y una enorme sonrisa boba se dibuja en mi rostro.

—Ahí estaré y mientras pasaré pensando en ti —masculla con voz ronca.

—Haré lo mismo —susurro con nerviosismo—, pasa linda noche y hasta mañana en la noche.

—Hasta mañana —dice tras colgar la llamada.

—Eres una maldita perra —grita—, desde cuando decidiste tener algo con un hombre—abre los ojos sin poder creerlo y yo pongo mis ojos en blanco—, hasta pensé que eras lesbiana.

Todas las chicas pensaban eso, pero lo que en realidad es que no me llegaba el chico indicado, pero conocer más a Dylan y que el día que nos separemos será porque esto no funcionó y cada quien podrá tomar rumbo separado.

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