Capítulo 4

(...)

Feliz por terminar mi turno, llevo mi mano hacia mi cuello y empiezo a darme un par de masajes. Ah, me siento tensa, creo que no me vendría mal ir un día al spa. Tomo mi cartera y salgo de mi consultorio para ir camino hacia mi apartamento.

Cierro la puerta y me dirijo hacia la tabla digital donde pondré mi código y así notificaré que mi turno ha terminado.

—Hola, Liz, como te sientes —después de poner mi código en el registro de salida y entrada, volteo a ver y me topo con el rostro de Gabriel—. Ya termino tu turno así que mañana te veré a la misma hora—asiento—. Ve a descansar.

—Gracias, Gabriel, ten buen día.

Gabriel se acerca y yo me pongo en alerta, cuando él da el último paso me separo por el simple hecho de que de pronto escucho una voz demasiada conocida.

¡Es Dylan! Él se acerca a mí, pasa su mano en mi cintura, mi respiración se agita. De reojo puedo observar que tienen tensa la mandíbula de tanto enojo.

—Estás lista —dice tras dejarme un beso en la mollera de mi cabeza.

—Dylan —musito con nerviosismo.—¿Qué haces aquí, mi cielo? —me alejo de él para luego empinarme un poco y darle un casto beso en los labios.

—Mmm… quería darte una sorpresa y por lo que veo sorprendí a dos —ambos nos separamos y Dylan no quita la mirada penetrante en Gabriel.

—Oh, creo que soy un mal tercio aquí, así que me retiro y les deseo un buen día —frunzo el ceño al ver que sus palabras son tan hipócritas porque esa sonrisa falsa que tiene en su rostro no convence a nadie.

¿De verdad está enamorado de mí?

—Disculpé Sr. Castillo, la reunión está por comenzar —me sorprendo al ver que el padre de Gabriel se acerca y lo más sorprendente es que se dirige hacia Dylan con respeto.

—No estaré en esa reunión, ya no —vocifera con ímpetu—, no invertiré mi dinero en un lugar donde no existe la ética, ni moral y menos respeto hacia mi persona.

¿Entonces él no vino por mí? ¡Está aquí por trabajo!

—No Sr. Castillo, disculpé por todo —al padre de Gabriel se le acaban de salir dos cabezas porque no entiende el enojo de Dylan—, tal vez es un malentendido y le prometo que no volverá a pasar—insiste. 

—Me retiro —habla con voz imponente.

Dylan me susurra que es tiempo de irnos y que esto lo que pasa a nuestro alrededor no es mi culpa y menos quiere que me sienta mal.

A lo lejos puedo escuchar la discusión que tiene el padre con el hijo. Es claro que Dylan no quiere hacer negocios porque sabe quién es la persona que está detrás de mis huesos.

No veo ningún problema de que una persona sienta algo por mí, creo que la confianza en una relación es importante. No es que tenga una relación oficial con él, pero no me gustaría que desconfiara de primeras a primeras.

Una cosa es que Gabriel piense que es mi novio y otra diferente es que haya elegido a Dylan como mi primer hombre.

(...)

Después de media hora de silencio llegamos a mi apartamento. Dylan me deja en la entrada de mi apartamento y me dice me dejará descansar y que si todavía está la invitación en la noche y yo ni corta ni perezosa le digo que sí, pero que también hablaremos un par de cosas.

No quiero discutir y menos meterme en sus negocios, ya que no tengo nada que ver, pero si le quiero dejar en claro que si quiere ir por mí, que me ve avise y que no quiero escenas de celos porque no hay motivos de ello.

Él asiente y me deja un casto beso en los labios para luego decirme que desayune y que me dé un baño para que así pueda descansar completamente.

Después de ver que Dylan se va me adentro a mi apartamento y cuando cierro la puerta escucho mi móvil sonar.

¡Gabriel!

—Aló —contesto.

—Hola, mi llamada es para pedirte disculpas por si te has sentido incómoda con mis declaraciones —el hombre es directo y no tiene pelos en la lengua.

—No hay problema Gabriel —hablo tras dejar mi cartera en la mesita que está en la entrada de la puerta para luego caminar hacia la cocina.

—Liz, te juro que no sabía que tu novio era la persona del que tendríamos negocios —escucho como aclara su garganta—, tu novio es una persona importante y multimillonario—¿y eso que?—. Él iba  a invertir en instrumentos de alta tecnología, pero yo lo arruiné todo, ahora él no quiere saber nada y lo entiendo.

—Gabriel, te juro que no sabía nada de eso y tampoco ando por ahí queriendo averiguar si mi novio tiene dinero o no.

—Lo siento, lo único que te pido es que hables con él y le digas que la clínica no tiene nada que ver con lo que siento por ti.

Ay, no.

Dylan.

Ah, me siento furioso y todo porque ese maldito hijo de puta me está desafiando. Se está acercando a Liz para provocar y sacar lo peor de mí. Ah, ni se imagina lo cruel y sádico que puedo ser.

Todo el día pase de un humor de perros, pero eso no quiere decir que me la desquite con Liz, ya que ella no tiene la culpa de que ese perro me provoque, lo que el puto quiere es que pierda mis casillas y que Liz se aleje de mí. Ja, pero lo que no sabe el hijo de puta de m****a que soy peor que él e inteligente y que me gusta actuar para luego atacar.

Ahora me encuentro frente a su apartamento, ya que le prometí venir en la noche. Las ocho de la noche y aparte de verla quiero asegurarme que pruebe bocado porque estoy seguro de que puede que siga durmiendo.

Toco el timbre…

—Hola, princesa —alzo mi mano al verla a ella, reprimo una sonrisa al ver esos ojos dormilones.

—Hola —tartamudea—, ya estoy rejuvenecida—esboza una sonrisa.

Ella se hace a un lado y yo entro gustosamente. Cuando ella cierra la puerta le extiendo un par de bolsas de comida, y no cualquier comida, ya que no pienso darle chatarra. Comida especial del restaurante italiano, ese mismo que a ella le gusta.

Ella las acepta y sin querer toco su mano y me impresionó al sentir lo helada que está. Alzo mi mirada y cuando le iba a preguntar ella me dice que tiene visita y que quiere conocerme.

Volteo a ver en cámara lenta y me sorprendo al ver a una de las amigas que vi en el club, sí, ese día que conocí a mis ojos de mar.

—Dylan te presento a... —Liz extiende su mano señalando a la joven—ella es mi amiga Morgan, y Morgan él es Dylan.

—Mucho gusto, soy la amiga de Liz —ella se levanta en un dos por tres del sillón—, ella es como una hermana para mí, así que cuídala mucho—me advierte con su dedo índice.

Ja, ja, ja… Me agrada la chica, pero pensé que Liz dormía.

—Mucho gusto —extiendo mi mano derecha—. Soy casi el novio de Liz, es que estoy esperando que ella me diga, sí—encojo mis hombros.

—Verás que te dirá que sí o sí no sabe lo que le espera —dice con tono surgente y Liz está que la fulmina con los ojos—. Me voy antes que mi amiga me mate, además, mañana tengo turno y mi amiga no, ya que le traigo la noticia de que tiene un mes de vacaciones.

La chica se despide de su amiga y luego de mí, para luego salir corriendo porque sabe que ha dicho algo que Liz no me quería decir, ya que veo rojo el rostro de mi princesa.

—Así que de vacaciones —enarco una ceja—, ¿cuándo me lo pensabas decírmelo?—digo en tono divertido.

—Hoy pensaba decírtelo, pero se me adelantaron —encoge los hombros—, aparte de todo tengo que hablar contigo—dice tras caminar hacia el comedor y dejar las bolsas—, solo escúchame por favor, sé que lo que pasó en la clínica no estuvo en lo correcto—penetra su mirada con la mía—, no lo defiendo, no estoy de acuerdo, solo que eso no se repetirá porque él lo prometió—asiente—. Solo te digo que vayas adelante con tus proyectos, puesto que todo no es por el bien de la clínica si no para cada paciente que llega a la clínica necesitando que lo salven.

¿Mmm?, me suena que el imbécil del doctor de m****a ha estado manipulándola, no importa, ya que no sabe lo que espera. Quiere jugar sucio, que juegue porque jamás pierdo una batalla.

—¿Qué gano con eso?

—Solo te digo que piénsalo, solo esta vez—súplica—, hazlo por mí y no por él, yo te elegí a ti desde que me entregue a ti—me sorprendo al escuchar esas palabras salir de su linda y pequeña boquita—. Piénsalo, yo no sabía de tu trabajo y te digo algo, no soy una chica interesada, yo me gano las cosas con mis esfuerzos y sé que tú así comenzaste y me siento orgullosa de ello porque sé que con esfuerzo todo es posible.

—Ssshhh… no digas ni una sola palabra más —me acerco a ella y poso mi dedo índice en sus labios—. Lo importante aquí es que me has elegido y que me has dado la oportunidad que tanto he anhelado, sé que tenemos poco de conocernos, pero te juro que no te arrepentirás de entregarme tu corazón, tu vida, tu cariño y tu esencia.

—Por primera vez me quiero arriesgar y abrir las puertas de mi corazón —susurra.

—Quiero proponerte que viajes conmigo a casa de mis padres —tomo sus manos y las entrelazo con las mías—. No tengas miedo, lo único es que veas que voy en serio y que no tengo malas intenciones—ella se queda sin palabra y poco a poco se va poniendo pálida como un papel—. Acepta y yo olvido lo que pasó en la clínica.

Puede que suene a chantaje, pero necesito que ella vea que no soy una mala persona, no soy la persona que la dañara y menos le lastimara el corazón.

—Acepto, pero no cabe duda que tengo nervios —dice en un hilo de voz.

—Tranquila, amor, y para que te platique de mis padres y de donde iremos, tendremos que comer —le señalo las bolsas de comida. 

Ella asiente y yo sonrío, ambos caminamos hacia la mesa del comedor. Esta noche será maravillosa y ni se diga de las cosas que hablaremos, además tengo pensado decirle que mañana será el viaje, pero antes dejaré que coma y digiera la comida, ya que estoy seguro de que puede que le dé una mala digestión.

Sé que le gustaría viajar y conocer a mis padres y a mis padres les encantará conocer el ángel que hace mis horas y días inolvidables.

(…)

Las siete de la mañana y Liz aún sigue dormida, salgo de la habitación con mucho cuidado, ya que no quiero despertarla. Nos hemos dormido a las tres de la mañana y es obvio que estamos desvelados, pero yo no me puedo dar el lujo de quedarme en la cama, ya que tengo una reunión y un viaje que debo tomar en compañía de la persona que hace que mi corazón palpite a mil por horas.

Le dejaré una nota frente al refrigerador para que tenga presente que vendré por ella y que la quiero lista, ya que el avión privado saldrá en unas horas.

***

Hora y media, sí, ese fue el tiempo que me lleve para llegar al hotel para darme un baño y de ahí venir a la reunión que le había prometido a Liz.

Esta vez vengo con mi par de abogados, ya que tengo un haz bajo la manga. Que ni crean que se los dejaré fácil. Una cosa es que sea bueno y otra que piensen que soy un imbécil. Soy Ruso y mi familia no se deja manipular de ningún hijo de puta.

Entro a la sala de reunión junto con mis abogados. El padre del maldito nos recibe con los brazos abiertos y nos invita a tomar asiento. Mientras la reunión comienza, no dejo de ver al imbécil que sonríe como si todo se olvidará.

La reunión consiste en ser un socio inversionista para ellos y darles todo lo que ellos piden, pero para que pueda aceptar, ellos me tienen que dar el cincuenta por ciento

Diez minutos y las propuestas me gustan y me llaman la atención. Le susurro a mis abogados que si ven futuro en esto que están en el deber de encargarse del negocio y que no hay ningún problema de que no firme. Ellos asienten y yo me dispongo a levantarme porque tengo muchas cosas que hacer, luego mis abogados me dirán de lo que termina la reunión.

Me despido de ambos y de pronto viene la cantaleta del imbécil al decirme que lo siente mucho por haber causado una incomodidad entre mi novia y yo. Automáticamente se dibuja una enorme sonrisa en mi rostro y mis palabras fluyen diciéndole y dejándole en claro que jamás tendría problemas con mi novia y que ella no influye en los negocios que haga o deje de hacer.

El imbécil traga grueso y el padre lo fulmina con la mirada para luego verme a mí y decir que no volverá a pasar.

—Eso espero —hablo con tono surgente.

Me despido de ambos para luego salir de la sala de juntas. Ahora tengo un viaje del que debo tomar, pero antes debo ir por Liz.

 Mis padres no saben aún, pero no está mal la idea de sorprenderlos con una buena y hermosa sorpresa de mi parte y de Liz.

***

Doy dos toques a la puerta del apartamento de Liz y al tercero ella la abre. Mis ojos se abren al ver lo hermosa y maravillosa que sé, ese vestido largo, pero pegado a su cuerpo, hace que sobresalgan sus curvas. 

No tengo la marea de explicar lo que siento al ver lo hermosa, atractiva y sensual que es. Me he quedado sin palabras y con la boca abierta, siento que moriré de un infarto, ya que mi corazón no deja de latir a mil por hora.

Ella sonríe y me dice que cierre la boca porque se meterá más de alguna mosca. 

¡Hasta graciosa se ha vuelto!

Le pregunto dónde está su maleta antes que pierda el control y me abalance a su cuerpo para poseerla completamente.

Ella me señala el equipaje y yo corro hacia él antes que aquí ocurra algo, la tensión sexual es inmensa y es inevitable ignorarla.

Tomo el equipaje y le digo a Liz que no demore en cerrar la puerta. Camino hacia el ascensor. Uuuff… que calor, espero poder aguantar y no poseerla, pero es que siento que mis testículos van a explotar.

Ah…

(…)

Siete horas de viaje y eso que veníamos en un avión privado. En todo el viaje estuvimos conversando de lo que me gusta y de lo que a ella le gusta, también de lo amorosos que son mis padres. Le dije una y mil veces que deje ese nerviosismo, ya que nadie le hará daño, es todo al contrario, la alabarán porque es la primera mujer que llevó a casa de mis padres.

Una parte de mí me dice que esté muy atento con ella porque puede que ella sienta algo por mí, pero también puede que me tenga desconfianza, ya que tenemos poco de conocernos.

Mmm… Estoy feliz porque estoy en mi bella Alemania, aunque extraño mi ciudad natal, que es Moscú.

—Hemos llegado —estaciono el auto frente  a mi casa—. Wao, parece que el viaje fue rápido, pero creo que todo fue posible porque tú estuviste a mi lado.

—Deja de ser gracioso y dime que hora es —dice al ver la casa a través de la ventana del auto.

—Las nueve de la noche —abro la puerta del auto y camino con pasos firmes para rodear el carro para abrir la puerta y ayudar a Liz a salir del auto—. Ahora vamos a entrar, saludar y si quieres podemos dormir, ya que debes estar cansada.

—Ni se te ocurra dejarme sola porque te mato —me amenaza y yo me suelto reír, es que no me aguante.

Antes de dar un paso adelante, Liz me abraza y me dice que le gusta este detalle que estoy haciendo, nadie en su vida se había comportado de esta manera, excepto sus amigas, pero los demás solo buscaban sexo de un rato y eso a ella no le gustaba.

—Buenas noches —Liz se aleja de mí bruscamente al escuchar la voz que hace que mi vida sea maravillosa.

—Mamá —exclamo con alegría—, ¡sorpresa!—tomo la mano de Liz porque presiento que ella está que quiere salir corriendo.

—Has venido en el día, hora y momento indicado —dice sarcásticamente.

Mi madre es un amor, pero presiento que ella está así porque no le avise y porque acaba de terminar una fiesta del que a ella le hubiese gustado que estuviese.

—Mamá y papá, les presento a mi novia —mis padres se quedan boquiabiertos, hasta puedo describir que le han salido dos cabezas.

—Hola —Liz saluda tímidamente.

—Oh, eres la niña que ilumina el corazón y la vida de mi hijo —mi madre se suelta a llorar, voltea a ver a mi padre para luego correr tras los brazos de Liz—. Te amo, eres la persona que siempre soñé te imaginé, aquí siempre tendrás una mamá de la que te puede ayudar y aconsejar en lo que quieras.

Mi madre está linda y si llora es porque encontró la luz y el brillo que encuentre en el rostro de Liz. Mi padre se acerca y se une al abrazo y le dice a Liz que si me llegara a comportar mal con ella que no dudé en decirles por qué a él no le temblará la mano en darme un par de azotazos para que me comporte ante una bella dama.

—Gracias —Liz está sollozando y es porque mi madre no para de llorar.

Después de unos minutos de abrazos y de saludos, mi madre nos sugiere que hay que dormir para recuperar energías. Mi madre toma de la mano a Liz y le dice que la llevará a su habitación y le aconseja que se cambien de ropa y que se ponga cómoda mientras ella va por un par de aperitivos para que probemos un poco de comida.

Waooo… ahora mi madre me robará el tiempo del que quiero estar con Liz.

Mientras mi madre y Liz se alejan, yo me quedo con mi padre sacando el equipaje de la cajuela del auto.

—Ve a descansar hijo, mañana tendremos tiempo de hablar de lo que tú quieras —dice tras darme un par de palmadas en la espalda.

Hoy tendré una noche de paz y que no piense mi madre que dormiré lejos de Liz, si Liz quiere dormir conmigo, ¡dormirá conmigo!

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