Capítulo 2

(...)

Gracias a Dios que me levante con el pie derecho, me aliste como un rayo y desayune como Dios manda, ahora lista para el  trabajo, solo que hoy salgo a las cinco de la tarde. Lo bueno es que ya estoy preparada psicológicamente a la jornada de trabajo.

Llegando a la clínica y lo primero que me dicen es que me llama el Dr. Pérez, él es el doctor y jefe de nuestra área, aparte es el dueño de la clínica, es joven y si no me equivoco está por la edad de los treinta años y es mmm... 

Como soy una niña bien portada, corro hacia la oficina del jefe, dado que no quiero que mi expediente quede manchado. 

Doy dos toques a la puerta y después de escuchar que el doctor me dice que pase es cuando giro la manija y de una vez entro.

—Dígame para qué soy buena, Dr. Pérez —esbozo una enorme sonrisa.

—Hola, Liz ¿cómo está?  —alza la mirada alejándola de su ordenador—, solo llamaba para decirte que si podemos cenar esta noche ¿qué dices?

¿Qué? Será que mis oídos han escuchado bien o me estoy equivocando. Parpadeo un par de veces para luego reaccionar, ya que él está esperando que le responda.

—Lo siento Dr. Pérez, pero hoy tengo un compromiso —susurro toda apenada—, lo siento, pero puede ser otro día.

Ah, mi excusa perfecta, el chico que conocí ayer parece que será mi salvación, aunque no sé por qué prefiero salir con un desconocido que con el director de la clínica. Puede que sea porque no quiero que las demás personas malinterpreten las cosas, dado que ya estoy a poco de salir y lo menos que quiero es que piense que lo que he logrado ha sido por el director y no por mis esfuerzos.

—Está bien, pero puede llamarme Gabriel, por favor —suplica tras levantarse de su silla—. Pero estaré pendiente de la cena—retrocedo un poco al ver que él rodea su escritorio para caminar hacia mí—. Liz, hoy tendré una reunión así que hoy saldrás temprano, y como mañana te toca los exámenes finales he pensado que no hay necesidad que te presentes, hasta en dos días.

—Está bien, Gabriel —me despido con una sonrisa en mi rostro—, nos vemos luego.

Qué pasa por la mente del doctor, sinceramente no sé, aunque lo considero como un amigo, pero no como un pretendiente.

(...)

Después de llegar de la clínica fui directo a la cama, me quedé un poco pensativa por lo que el doctor me propuso. Sinceramente no quiero que tenga preferencia y menos que sea demasiado amable de lo normal.

¿Por qué tiene tantas ganas de invitarme? ¿Por qué a mí?, no comprendo nada de lo que pasa por su mente y la verdad prefiero que no piense que conmigo tendrá una oportunidad porque no me siento cómoda y menos quiero tener una relación con él.

¡Es mi jefe!, no estoy tan loca para permitirme engatusarme antes sus preferencias y encantos. ¡Nooo…!

Alejo todo pensamiento que quiten mi paz, ya que me tengo que concentrar en que debo ponerme en unas horas, ya que el chico del que choque anoche me invitara a una cena. La verdad no me quiero ilusionar y menos darle alas porque me conozco y lo único que puedo querer y obtener, es una amistad.

Me levanto de la cama y voy al closet, ¿qué debo ponerme?

Wao… ese vestido corto de color rojo me quedaría perfecto, pero me vería demasiado urgida y lo único que no quiero es que él piense que lo quiero capturar para acostarme con él.

¡Mmm…!, ese negro estará perfecto; es largo, con un escote que deja a la imaginación de cualquiera, pero es el único medio decente que tengo. Con este vestido no pensará que soy una urgida o que necesito con urgencia que me folle. Este es un vestido del que pensara que soy una chica que puede dar lo que cualquier hombre desee, pero que no soy tan fácil como ellos desean que una mujer sea.

Me tomaré el tiempo para decidir los tacones y que tipo de maquillaje puedo lucir para ese hombre misterioso.

 ***

Terminándome de maquillar y escucho el timbre del apartamento sonar y resonar, dejo la brocha a un lado y me levanto del banquillo de madera. Esbozo una enorme sonrisa y camino hacia la puerta principal

Ese debe ser el hombre misterioso. Wao, no sé por qué me emociono de solo hablar de él y de pensarlo. 

—Buenas noches —abro la puerta y él amablemente me saluda tras regalarme una enorme sonrisa—. ¿Qué guapa estás?—se ha quedado deslumbrado—. Y dime, ya estás lista para irnos.

—Gracias, Dylan y sí ya estoy lista —hablo con un poco de nerviosismo.

Cálmate Liz, no permitas que él vea tu nerviosismo estúpido.

(...)

Media hora después y ambos estábamos entrando al restaurante. En el transcurso del camino me pregunto que cuál de todos los restaurantes le podía recomendar, ya que no conoce muy bien la ciudad.

Le sugerí el restaurante Italiano y él me regala una sonrisa mágica para mis ojos y me dice que a él le gusta la comida Italiana.

Dylan no hizo reservaciones en el restaurante y no sé aún cómo es posible que le ofrecieran una mesa. Sin hacer preguntas ambos caminamos tras seguir al gerente guiarnos a nuestra mesa.

Me deslumbro al ver lo fino y pintoresco que es este restaurante, puedo jurar que jamás en mi vida había venido aquí, pero no negaré que a otro sí.

El gerente nos lleva a una zona de la que no es muy habitada, ¿será la zona más cara?, es que todo es deslumbrante para mis ojos, no es que no haya visitado uno, pero solo el privilegio que le dan a él, me sorprende.

—Gracias, Dylan —susurro tras él ayudarme a tomar la silla y así poder sentarme—. Todo está bellísimo.

—De nada princesa, todo esto y más se merece una dama como tú —sus halagos hacen que me sonroje.

—Gracias, y dime, a qué te dedicas —¡empiezan las interrogaciones!, eso es culpa de mi nerviosismo.—¿De dónde eres? ¿Qué te trae por aquí?—wao, sueno como toda una policía.

—Liz, vivo en Alemania, pero nací en la gran Rusia —¡con razón y es obvio que está aquí por asuntos de trabajo!—Por motivos de negocios me quedaré un poco más tiempo en esta ciudad—eso quiere decir que esto no es una despedida.

—Ooooh... — en el momento que iba a responder, fui interrumpida por el mesero.

Ah, si, se me había olvidado que el gerente se había ido y nos había dicho que mandaría a un mesero para atendernos.

—Buenas noches, bienvenidos al restaurante italiano, estamos para servirles —el mesero susurra amablemente—. Le ofrezco la carta de la noche y con gusto atenderé su orden.

—Quiero la especialidad de la casa, acompañado, con un champán —sin mirarme a los ojos Dylan hace el pedido—. El más fino que tengan—recalca.

—Así será, Sr. —el mesero asiente y luego de tomar la orden da media vuelta y desaparece de nuestras vistas.

—Ahora que hemos quedado solo —ah, no quita su mirada de la mía, ¡qué nervios!—¿Tienes novio del que me deba cuidar? ¿Vives sola o con alguien del que te pueda causar problemas?—wao, que hombre tan directo y me impresiona al escuchar las preguntas esenciales para él.

—Comenzaré por la que estoy terminando mis estudios —sonrío al evadir un poco sus preguntas principales—y, no tengo novio—él exhala fuertemente al escuchar que soy libre—. Mis padres viajan mucho y la verdad que no me acostumbro a vivir sola en una enorme mansión y por ello tengo ese apartamento, solo para mí—siento que se me hace un nudo en la garganta, es que no me gusta hablar mucho de mis padres.

Su lejanía me lastima.

***

Cinco horas después de tener una maravillosa velada en compañía de Dylan. Por el tiempo que estuve conversando con él pude conocer un lado diferente al que uno deduce a primera vista, ese lado atento y tierno. Me sorprendí al ver lo meloso que él puede ser, ya que tiene su lado antipático y crudo a la vez.

—Gracias, Dylan, la cena estuvo deliciosa —me detengo al estar frente a mi apartamento—. Me he quedado encantada y no olvidaré este momento. 

—De nada princesa —asiente—, espero que me permitas, una cena más si no te molesta—sugiere—, quiero que nos conozcamos más—¡para mí es un placer!—Yo tengo buenas intenciones contigo—“y yo malas”.— te voy a confesar algo—aclara su garganta y yo me quedo atenta a lo que sus palabras dirán—, eres hermosa y a mí me gustaste desde el primer momento en que te vi —extiende sus manos y las posa sobre las mías—, desde ese momento eres alguien importante para mí—trago grueso, parpadeo un par de veces y no sé si es un sueño o es la realidad—. Yo no conocía el amor—da un fuerte suspiro—, hasta creí que no existía, pero me equivoqué—ah, no sé qué decir Dylan.—Sí existe porque lo tengo presente y no lo dejaré ir, eso te lo aseguro. 

Que digo, cuáles serán las palabras adecuadas para decirle, lo mando a volar o lo dejo que se ilusione un poco.

Dylan

Liz no me dijo ni una sola palabra ni cuando salimos del restaurante y menos en el camino hacia su casa; lo único que recibí de ella es un asentamiento y luego su hermosa silueta desaparece de mi vista. ¿Será que la espante?

No pude quedarme más tiempo viendo como la puerta seguía cerrada y que la esperanza que ella abriera eran nulas, así que decidí irme y dirigirme al hotel, ya que son las una de la madrugada.

El tiempo paso tan rápido que ambos no nos dimos cuenta… Ambos pasamos una linda velada o eso es lo que espero, lo bueno de todo es que ya no seré un acosador, pero sí puedo ser un ladrón, ese ladrón que robará su corazón.

No puedo negar que mi cabeza da vuelta y vuelta pensando en Liz, siento que esa chica me ha robado mi paz, mi autocontrol, “me ha robado el corazón”.

¡Qué estoy haciendo, me he perdido!, será que vale la pena esperar.

Bajando de mi auto escucho sonar mi móvil, lo saco y veo en la pantalla que es mi madre.

—Hola —contesto.

—Hola, mi niño ¿cómo estás? —exclama con alegría—. Cuando regresas mi pequeño, ninguna llamada a tu madre, eres un mal hijo —me reprende.

Esa es madre, la que me llena de palabras melosas y lindas, para luego atacarme y reprenderme.

— ¡¡¡Mamá!!! Estoy bien y disculpa por no llamarte, no volverá a pasar, pero algo sí te diré mamá —exhalo—. Mañana buscaré una casa, pero en esta ciudad porque pienso quedarme por un tiempo. 

Aaahh… Todo lo haré porque no quiero separarme de ella y ahora que sé que no hay ningún hombre en su vida.

—Por qué hijo ¿qué pasó? —grita eufóricamente—. No me digas eso hijo, tú jamás te has quedado mucho tiempo en un lugar, dime qué pasó—grita desesperada y preocupada—. Me estás asustando. ¿Qué está pasando? 

—Tranquila madre —aspiro fuertemente—, es solo que me enamore—es lo que mi corazón me dice cada vez que estoy cerca de ella—. Encontré al amor de mi vida y no la dejaré—bueno, eso si ella me lo permite—. Mamá es una chica linda y será mía mamá—exclamo con emoción—, no te imaginas cómo es esa chica mamá, me dirás loco, sí, loco por esa princesa—doy un fuerte suspiro—, mamá no hay medicamento para curar nada de esto—arrugo el ceño y paso mi mano por mi frente—. Mamá creo que mañana te llamaré y hablaré con papá.

Demasiadas convenciones por un rato.

—Hijo, no lo puedo creer —grita de la emoción—, estoy feliz—escucho un sollozo—, espéranos porque que en una semana llegamos a verte y no digas que no, porque si llegare con tu padre aunque no quieras—me reprende tras sollozar—, quiero conocerla.

Fin de llamada... 

Liz.

(...)

Gracias, señor, por darme un día más de vida y de permitirme hacer mi último examen para así terminar mis días de práctica. 

Saliendo del campus me dirijo a mi auto porque quiero ir a mi apartamento para relajarme y respirar profundo para celebrar todo el esfuerzo que he hecho y que estoy a la nada por graduarme.

Mientras camino saco mi móvil y veo que tengo un mensaje, pero lo raro es que no tengo registrado este número. 

Desconocido. 

«Hola, mi princesa, ¿cómo estás? Att: Dylan».

¿Qué? ¿Cómo consiguió mi número? 

¿Lo ignoró o le contesto?

«Bien Dylan, puedo saber como conseguiste mi número».

«Espero que no te molestes y lo conseguí por un par de contactos que tengo».

«¿Qué clase de contactos?, espero que seas una persona normal y no un acosador».

«Oh, no, no soy un acosador, lo único que quería preguntarte si podría verte».

Mmm... Que hago, que le digo, piensa... piensa...

«Por mí no hay ningún problema, pero siempre y cuando dejes de hacer cosas que parecen acoso».

«Lo siento, prometo que no volverá a suceder».

Guardo mi móvil y me apresuro a tomar el carro para así poder llegar temprano al apartamento. Necesito relajarme para luego esperar la llegada de Dylan.

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