—Suéltame… —dijo Morgan viéndolo fijamente mientras este apretaba su mano en torno a su muñeca.
—Come… —agregó el hombre empujando la sopa hacia ella, ladeando el plato y haciendo que parte del contenido caliente cayera sobre su falda.
Morgan quiso levantarse de un brinco, la sopa le quemaba los muslos, pero el hombre la volvió a sentar a la fuerza delante de él.
—¡¿A dónde vas?! ¡¿Crees que después de lo del club dejaré que vuelvas a humillarme?! —gritó furioso—. Comerás conmigo y después saldremos juntos de aquí.
«Hay un límite para todo… ¿Cuál es ese l&