—¿Es hora de dejarte ir, Esme? —le preguntó al listón antes de darle un beso y presionarlo contra su frente.
Lo guardó con delicadeza en su lugar y de nuevo prestó toda su atención a la frágil mujer que dormía en el colchón. Se inclinó lentamente y la besó, apenas haciendo presión con sus labios, alimentándose de su calor y saciándose con esa boca torpe que se movía entre sueños, respondiendo inconscientemente a sus pasiones.
Ivar se levantó de la cama con el cuerpo irradiando calor y la sangre bombeando con fuerza. Esa bestia deseosa de carne tierna y femenina gritaba dentro de él por salir de nuevo, rasguñando sus entrañas y exigiendo regresar a la cama y tomar a Morgan el resto de la noche, pero prefirió regresar al baño y esta vez darse una ducha fría antes de quedarse a dormir en la bañera, con la puerta cerrada y tentado a ponerle llave. Era