Charly alzó la vista y encontró los ojos grises del muchacho. Tenía una mirada hermosa, pero su rostro reflejaba enojo... ¡y llevaba un corte en el labio!
"¿Taylor Vega?" Se preguntó en silencio, se le aceleró el corazón mientras pensaba: "¿Cómo rayos se metió en una pelea a estas horas de la mañana?"
—Te dije que mires por dónde vas —repitió él. Su voz sonaba fría y sus ojos se entrecerraron. Tomó del brazo de un estudiante más joven a su lado y le ordenó a Charly—. ¡Discúlpate con él!
—Lo siento. Andaba con prisa. —explicó Charly.
—Está bien, no pasa nada, Taylor, estoy bien. —dijo el estudiante más joven.
—Regresa a clase. —le indicó Taylor al muchacho, quien asintió y le dirigió una sonrisa a Charly antes de marcharse.
—Mira, lo siento. Necesito ir a clase. —dijo Charly.
Taylor no respondió, así que ella se marchó.
—¿Te conozco? Me resultas familiar —preguntó Taylor de repente.
Ella se dio la vuelta y arqueando una ceja, respondió, —No, nunca nos hemos visto.
—Bueno, fíjate por dónde vas la próxima vez. —dijo secamente.
En ese momento, varios estudiantes salieron de una oficina cerca. Charly rápidamente se dio cuenta de que estaba frente a la Oficina del Decano de la Facultad de Ingeniería. Los jóvenes mostraban claras señales de haber peleado: uno con la nariz rota, otro con un corte en la ceja, y tres más con la cara amoratada.
Charly observó la escena con horror, y al seguir la dirección de sus miradas, notó que todas conducían a Taylor. Solo entonces, notó sus nudillos marcados por los golpes.
"¿O sea que él les hizo eso? ¿A todos ellos?" Pensó Charly. Conocía su historia, Taylor era famoso por sus peleas en el campus, lo que le había ganado su reputación como el chico malo de la universidad.
—¡No te saldrás con la tuya, Vega! —exclamó el tipo con la nariz rota.
Taylor sonrió con suficiencia, con una leve risa, respondió, —Ya lo hice, García. —y tras negar con la cabeza, simplemente se marchó.
Al final, Charly llegó muy tarde a clase por quedarse a observar el drama en la Facultad de Ingeniería, algo que hizo por pura curiosidad.
Cuando entró a su clase de Derecho Empresarial, atrajo instantáneamente la atención de todos, las cabezas se giraron hacia ella. El profesor le lanzó una mirada de desaprobación y comentó, —Vaya, qué honor contar con su presencia hoy, Srta. Reyes.
—Lo siento, no volverá a ocurrir. —respondió Charly.
Con el rostro enrojecido, miró a su alrededor. Al ver que Sofía la observaba, apartó la vista y eligió sentarse en otro lugar, aunque sabía que Lucas estaba en primera fila, evitó mirarlo por completo.
Al salir de clase, Charly no logró escapar a tiempo y Lucas, alcanzándola, la sujetó del brazo mientras le decía, —Qué raro verte llegar tarde a clase. ¿Dónde andabas, Charly?
Ella retiró su brazo y contestó, —Eso a ti no te importa, Lucas.
—Ashley me dijo que no has estado en casa. —comentó él.
—Lo repito, no es asunto tuyo. —replicó antes de ir a su siguiente clase.
—Charly... ¡Charly! —Lucas la llamó repetidamente, pero ella siguió su camino sin prestarle atención.
El resto del día, esquivó todo encuentro con Lucas, Ashley, Sofía y los amigos de Lucas. A pesar de compartir facultad y cruzarse inevitablemente, ella actuaba como si no los conociera.
Por toda la Facultad de Negocios circulaban comentarios sobre su ruptura, pero ella se negó a darles la satisfacción de mostrar alguna reacción y se prometió que un día dejaría atrás a quienes le habían hecho daño. Solo debía avanzar con paciencia, un paso tras otro.
Planeaba mudarse del apartamento que compartía con Ashley y Sofía ese fin de semana, luego buscar un cambio de clases y, al terminar el semestre, quizás completar sus estudios en Halliport, abandonando Luxford definitivamente.
***
El sábado llegó en un abrir y cerrar de ojos. Charly había recorrido varios apartamentos y casas en renta, observándolos desde fuera. Tres de los cinco lugares le causaron mala impresión con solo verlos.
—Fuera de la lista —murmuró mientras las tachaba en su cuaderno, de vuelta en el hotel donde comió un almuerzo tardío en el restaurante.
Las otras dos casas quedaban un poco lejos, por eso se mordió el labio y consideró, —Es hora de conseguir un carro... No, espera... ¿en qué estoy pensando?
Si se mudaría a Halliport el siguiente semestre, no tenía sentido comprar un auto que tendría que vender poco después. Con esa idea clara, regresó a su búsqueda de viviendas por internet.
¡Sorprendentemente, encontró un nuevo anuncio de alquiler!
Decía: "Se busca compañero de apartamento para condominio de 2 habitaciones en Residencial Fernwood. Renta $3.000 mensuales. Se pide 2 meses de depósito y 1 mes por adelantado".
"¿$3.000? ¿Solo por compartir un apartamento de dos habitaciones? ¡Eso es una locura!" Pensó Charly.
El precio era alto, pero justificado por su excelente ubicación frente a la Universidad Luxford. Sin duda, muchos estudiantes adinerados estarían dispuestos a tomarlo.
Charly llamó al número del anuncio para acordar una visita inmediata, y quien la recibió fue el administrador del edificio. Al llegar, Charly quedó maravillada con el lugar.
El apartamento estaba elegantemente amueblado, con un diseño moderno y minimalista. Los muebles en tonos tierra destacaban, y aunque la decoración era simple, era evidente que las piezas eran de alta gama.
Al ver la habitación que le correspondería, Charly exclamó, —¡Me encanta!
—Puedes usar todo, pero con cuidado. Por eso el depósito equivale a dos meses —le explicó el dueño del edificio.
La mejor parte era la vista de la escuela. Estaban en el piso 15, así que podía ver todo el campus desde el balcón de la sala de estar.
—¡Me lo quedo! —exclamó Charly, emocionada.
Tania Dáuson era la propietaria del condominio, así que Charly supuso que viviría con ella y preguntó, —¿Dónde está la Srta. Dáuson? ¿Y qué tal es vivir con ella? ¿Cómo se comporta como dueña?
—La verdad, no sé bien dónde anda ahora —dijo el administrador—. Apenas llevo poco tiempo trabajando aquí, pero según me han contado, siempre paga a tiempo y ningún vecino se ha quejado de ella. ¿Quieres que le marque?
El administrador pronto conectó una llamada con la Srta. Dáuson. Ella pidió ver a Charly y, al mirarla, exclamó, —¡Ah, eres una chica!
—Eh, sí —respondió Charly—. ¿Hay algún problema con eso?
La señal fallaba, por eso las palabras de la Srta. Dáuson se escuchaban entrecortadas.
—Vas a... ¿estás segura? Espera. —se escuchó.
Charly apenas oía las palabras, pero escuchaba a la Srta. Dáuson conversando con alguien en otro teléfono. En ese momento, el administrador del edificio llamó su atención diciendo, ——Está fuera del país, pero según mi compañero, casi nunca para por aquí. Y pues, la conexión está fatal.
Más tarde, la Srta. Dáuson dijo, —Está bien... si estás segura. Puedes... mudarte... ¡cuando quieras! Eres... muy amable. ¡Me caes bien!
La emoción de Charly por haber encontrado un apartamento nubló todo pensamiento. Sin más, firmó el contrato y extendió un cheque.
El domingo volvió al apartamento que compartía con Ashley y Sofía. El hotel la ayudó con los preparativos para mudarse y solo bastó una camioneta para transportar todo lo que había reunido en tres años.
Ashley y Sofía solían dormir hasta tarde los domingos, pero el ruido de la mudanza las despertó y acudieron a la habitación de Charly, ansiosas por justificarse.
—Sé que te lastimamos por mentir, pero no sabíamos cómo decírtelo —dijo Sofía frunciendo el ceño—. Lucas nos advirtió que no te lo dijéramos, y nuestros novios nos dijeron lo mismo.
—Por favor, Charly, háblanos —le suplicó Ashley.
—Miren, la verdad es que no sé qué decirles, yo creí que iban a ponerse de mi lado, pero, ¡ni siquiera se molestaron con Lucas después de lo que me hizo! Y por lo visto, les agrada Regina, hasta la invitaron al apartamento sin mi permiso.
—¿Y recuerdan cómo los animaron en la cafetería? —señaló Charly—. Me sentí como una idiota. Confié en ustedes, y me hicieron tragarme todas sus mentiras, ¡pero todo el tiempo sabían que me estaba engañando! ¿Qué clase de amigas son?
Las dos se quedaron en silencio, hasta que de pronto Ashley las justificó, —Es que no podemos negarle nada a Lucas.
—¿Ah, así que ahora es un Dios o qué? —preguntó Charly antes de poner los ojos en blanco—. ¿En serio? Sé que ustedes eran sus amigos antes de conocerme, lo entiendo, ¡pero al menos pudieron hacer lo correcto!
—No te lo tomes tan a pecho, Charly —sugirió Sofía—. Ya encontrarás a otro chico.
—¡No es por el chico, por favor! —estalló Charly—. ¡Se trata de la confianza! ¿En serio? ¿Les parece bien que él ande con otra y ustedes lo vean y se queden calladas? Pues no, ¡no debieron haberlo permitido! Si estuvieran en mi situación, ¿cómo se sentirían? ¡Piénsenlo!
Las dos callaron, pero al rato, Sofía preguntó vacilante, —¿De verdad te vas a mudar? ¿Y la renta? Se suponía que la pagaríamos entre todas.
—¿Por qué no invitan a Regina a mudarse con ustedes y pagarla? —sugirió Charly. Luego sonrió, tomó su caja y pasó entre ellas.
Pese a sus palabras, Charly jamás pensó que aquellas falsas amigas siguieran su consejo.