Korina miro a su bebé y era la razón del cual soportaría lo que fuera, además, no podía ser mala agradecida al ser el tan comprensivo con su situación.
— De acuerdo y gracias por pensar en Lían —
Don Darío lo miro y nuevamente le sonrió, le hizo un puchero en cuanto se cruzaron las vistas — Me irrita al igual que usted —
Las palabras cayeron como un balde de agua fría. Korina se quedó inmóvil unos segundos, sintiendo un nudo en la garganta. Bajó la mirada de inmediato, escondiendo en la caída de su cabello la punzada de tristeza que se reflejaba en sus ojos.
Quiso responder, defender a su pequeño, pero se contuvo. No podía. Él era su jefe, el hombre que le había dado trabajo cuando más lo necesitaba, el que sostenía parte de la estabilidad que con tanto esfuerzo trataba de construir para Lían.
— No le digas eso y agradece que no está llorando —
Don Darío miro a Korina quien abrazo con cariño a su bebé y le daba leves besos, el chofer les indico que habían llegado y ambos ba