Nunca olvidaré cómo Alfa Martín me sostuvo cariñosamente de la cintura mientras contemplábamos juntos el atardecer sobre el océano.
En ese momento me dije a mí misma que, mientras Alfa Martín estuviera dispuesto a amarme, yo podía olvidar toda la infelicidad.
Fue también aquí, en este mismo lugar, donde él hizo un juramento: amarme a mí, y solo a mí, por el resto de nuestras vidas.
Su expresión se suavizó. Claramente, él también lo recordaba.
Se movió despacio, acercándose cada vez más.
—Simona, lo recuerdo —dijo.
—En la Manada Luna Azul me diste tu primer beso… y tu primera noche.
Juró frente al mar que me amaría por siempre.
Su voz se volvió cada vez más emotiva mientras entrelazaba sus dedos con los míos.
—Ahora que estamos de vuelta en la Manada Luna Azul… ¿no podemos fingir que nada de eso pasó?
—Por favor, Simona. Dame solo una oportunidad más.
Vi sus ojos llenos de esperanza… y no pude evitar reír.
—Alfa Martín, usted puede fingir que nada pasó.
—¿Pero qué hay de mí?
El ai