Bella me sostenía en sus brazos, dándome palmadas suaves para consolarme.Yo no dije una palabra. Solo agarraba las botellas alineadas en la barra.Al diablo con el sabor: yo solo quería el adormecimiento. Era mejor que ese dolor desagarrante en el pecho.—Alfa Martín, ¿sabe qué es lo gracioso? —mi voz se quebró a la mitad, pero continué, mirándolo a los ojos como si pudiera quemar la verdad en ellos—: Ivonne no fue la única, ¿verdad?Su lobo se estremeció. Lo vi, apenas un temblor en sus ojos dorados, pero estaba ahí.—Antes de ella, hubo otras. Y yo me quedé pensando cada maldito día si había dejado de amarme… ¿Me amó alguna vez? Pero cada vez que volvía, me tomaba como si nada hubiera pasado, susurrando que yo era la única. Que yo era su pareja para siempre.Solté una risa amarga, tan rota que sonaba más como un aullido.—Empecé a beber solo para poder dormir. Mi loba no podía descansar mientras el suyo estaba con alguien más.Martín apretó con furia una foto, como si pudiera d
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