Kael POV
—¿O vais a dejarla morir?
La pregunta de Alejandro, afilada como una cuchilla de plata, cortó el aire tenso del claro. No era una pregunta, era una acusación, un desafío.
Y nos golpeó a Damián y a mí con la fuerza de un puñetazo físico. La rabia autodestructiva, la necesidad de culpar al otro, se evaporó, dejando solo la fría y dura vergüenza. Tenía razón.
Nos habíamos estado comportando como cachorros heridos, mientras ella, nuestra Reina, nuestra mate, estaba en manos de monstruos.
Levanté la vista del suelo ensangrentado y miré a Damián. Y por primera vez, no vi al lobo de manada arrogante, ni al rival por el afecto de Aila. Vi mi propio reflejo.
Vi el mismo dolor abrumador, la misma culpa corrosiva y, debajo de todo ello, la misma determinación de acero que ahora comenzaba a formarse en mi propio corazón. El odio que habíamos sentido el uno por el otro no era nada comparado con el odio que ahora sentíamos por aquellos que se la habían llevado.
—No —dije, mi voz ronca,