Aila POV
—Vamos a aclarar esto. Ahora.
La orden de Kael, aunque nacida de una nueva y extraña vulnerabilidad, todavía pesaba en el aire. La caza había terminado, pero la paz estaba a un millón de kilómetros de distancia.
El viaje de regreso al castillo fue la tortura más silenciosa que jamás había vivido.
Si la huida había sido un torrente de pánico y adrenalina, el retorno fue un lento y agónico goteo de tensión.
Ya no corríamos. Caminábamos. Una procesión extraña y solemne a través del bosque.
Yo en el centro, con Kaelen de nuevo seguro en mis brazos, y ellos dos flanqueándome como si fueran mis carceleros y mis guardaespaldas al mismo tiempo.
Kael caminaba a mi izquierda, su larga cabellera roja una mancha de color vibrante contra el gris de las rocas.
Su silencio era pesado, cargado de un arrepentimiento tan denso que casi podía tocarlo. Su mirada dorada se desviaba constantemente hacia mí, buscando algún tipo de señal, de perdón, de conexión.
Damián caminaba a mi derecha, su c