El plan que tenía en mente era arriesgado y algo extremo, pero así lo requería la situación y era consciente de que no había palabras, argumentos, razones o reflexión que llevará a esas dos chicas a conciliarse. La organización del concurso debía saber lo mismo y por eso nos las había soltado, para que ofrecieron su show de tigresas indomables, mientras Filip y yo nos las arreglábamos, como domadores, para evitar que se mordieran, o nos mordieran a nosotros, mientras el público en sus casas nos observaba.
No iba a darles el gusto e iba a arreglar esa situación de una vez, en unas pocas horas y en mi habitación.
Entramos y verifiqué la hora. Eran poco más de la una de la tarde, hacía calor y el día estaba esplendoroso, pero en ese momento, en la habitación del hotel, el ambiente era frío y las miradas que se dirigían Rubí y Teressa, con Filip en medio de las dos, no podía augurar más que tormentas.
—Esto era lo que quería mostrarles —dije al acercarme a la cocineta del cuarto, que e