Pese a que me esforcé, no pude dormir un solo minuto. Desde las once de la noche, hora en que llegué a la habitación, hasta las seis de la mañana, cuando sonó el teléfono del hotel para “despertarme”, no pude dejar de pensar y dar vueltas en la cama. Estaba muy nerviosa. Me duché y vestí sin hacer apenas ruido, para no despertar a Verónica, que dormía a sus anchas. La niñera, Nicole, me saludó con la mirada y, de la misma forma, me indicó que no me preocupara. Le agradecí con un gesto y salí del cuarto. Afuera, Alice me estaba esperando para el desayuno.
—¿Dormiste? —Me preguntó.
—Nada, pese a lo cansada que creía que iba a estar.
—Es normal, no