Nos enteramos que el equipo rival también escogió la opción del publicista pero, en su caso, el pobre consultor resultó tan atribulado por el menú, las opciones de los chef y sus egos, que no pudo contentarlos a todos y llegó un momento en que casi se pelean, porque cada concursante quería que se diera más relevancia a su plato, o al nombre que había propuesto, es decir, ninguno estaba satisfecho con el trabajo del publicista porque consideraba que le daba prevalencia a los demás y no a lo suyo.
Cuando, después de desayunar, salimos a las calles a realizar las ventas, nos dimos cuenta de que los master ni siquiera tenían un nombre para su puesto y, debido a que estábamos en zonas diferentes, no pudimos ver cómo les iba. Solo lo sabríamos hasta el final de la jornada y creo que eso nos benefició, porque pudimos concentrarnos en lo nuestro.
Hacia las once de la mañana hicimos nuestra primera venta, cuando ya se acercaba la hora del almuerzo y nuestro menú resultaba más atractivo.