Caleb sintió un nudo en la garganta y un vacío en el estómago aun cuando Leia lo estaba abrazando y hablando sobre lo mucho que le agradecía haber hecho eso por ella, y reiteró que jamás lo había pensado; él la vio para abajo por la diferencia de estaturas y ella alzó su vista para asegurar que, aunque no sabía cómo, iba a pagarle cada centavo que gastaba en ella.
—No tienes nada qué pagar — aseguró y su voz sonó ronca por la tensión.
Leia sonrió —Por supuesto que sí, las mensualidades no son nada baratas— le recordó al retroceder un paso y verlo a los ojos, pero sin soltarlo.
Caleb, todavía con los papeles en la mano, ladeó el rostro.
—Que no importa, Leia, ya deja de decirlo — alzó la voz al soltarse y apartarse para c