El costoso y clásico auto del ojiazul levantaba una ligera capa de nieve al ir avanzando a velocidad, por una de las grandes avenidas que lo adentrarían a la ciudad, apretó el puente de su nariz al saber que tendría, posiblemente largos días por delante si pensaba resolver sus problemas pronto.
Tomó su móvil y digitó el número de Stefano, colocó el manos libres.
—Buenos días — saludó el hombre de mirada rojiza que recién iba entrando a su oficina en ese edificio corporativo — Es bueno escucharte tan temprano y me da gusto saber que te interesas más por los asuntos de la empresa — soltó con medio tono irónico.
—Déjate de estupideces— respondió fastidiado — ¿Localizaste al abogado de los Prince? – cuestiono.
—Me fue im