—¡No me importa en lo absoluto! — dejó claro el ojiazul al golpear frustrado el escritorio tras el cual estaba.
Frente a él, Alfred, Stefano y cuatro empleados más de distintas áreas lo observaban en silencio, y con total asombro los que apenas lo conocían — Esto ha demorado demasiado, convéncelos, amenázalos o promételes lo que sea, pero quiero esa aprobación de inmediato — advirtió al ponerse de pie y tallarse cansadamente el puente de su nariz mientras se dirigía al enorme ventanal que su oficina tenía.
Stefano tragó imperceptiblemente y asintió despacio.
—Aunque aceptaran, el tiempo de acción sería de al menos diez días hábiles — recordó.
—¿Qué haremos con Connor Miller? — preguntó el astuto