Mundo ficciónIniciar sesiónLeonard la sujetó por la cintura antes de que pudiera apartarse y, con un movimiento suave pero firme, la sentó sobre la mesa. La caja de locas estuvo a punto de caer, y Valeria apenas tuvo tiempo de apartarla a un lado antes de quedar atrapada entre su cuerpo y el borde del escritorio.
El beso llegó sin aviso, profundo, intenso, con ese tipo de urgencia que no pide permiso. El perfume de él —madera, especias y café— la envolvió por completo. Durante un instante, Valeria olvidó dónde estaba, quién era o qué día era. Solo existía el calor de su aliento y el roce de sus manos en su espalda.







