Mundo ficciónIniciar sesiónValeria vio a lo lejos cómo Leonard y su madre regresaban desde el jardín. Sus siluetas avanzaban lentas, paralelas, sin tocarse, como si el aire entre ambos pesara demasiado para permitir la cercanía. Desde el interior, tras la puerta francesa, Valeria contuvo el aliento. No podía saber si habían hecho las paces o simplemente habían enterrado el conflicto bajo una capa de protocolo.
Cuando Patricia cruzó el umbral, el aire cambió. La matriarca se detuvo frente a ella, la miró de arriba abajo con esa frialdad que solo las mujeres acostumbradas al poder saben ejercer.
—No vuelvas a usar el apellido Reverte —dijo, con voz firme y contenida—. O me dará igual el acuerdo al que haya llegado con Leo. Ahora eres una Bla







