Mundo ficciónIniciar sesión~ Amalia ~
La noche era fríamente cómoda y hermosa, y el evento era la gala de la fundación cáncer en el museo de arte, para recaudar fondos. Era el nido de la hipocresía neoyorquina, las viejas fortunas, y, ahora, Dante Moretti, intentando comprar su camino hacia la legitimidad. Y yo, Amalia Barnes, era su accesorio más valioso. El vestido que Lucas había elegido para mí era de un profundo color esmeralda, que contrastaba dramáticamente con mi cabello rojo. Era un vestido sin espalda, una pieza de arquitectura que gritaba riqueza. En el dedo, lucía un diamante que pesaba tanto como una sentencia de muerte. Dante, a mi lado, era la encarnación del poder innegable. Su mano se posaba protectoramente en mi cintura, un gesto que para el público era afecto, y para mí, una cadena. — Hoy no se trata de negocios, Amalia. Se trata de observar. — Susurró Dante, inclinándose para que solo yo pudiera escuchar, mientras un flash nos cegaba. — Quiero que veas a los hombres que me envidian, ellos son los que querrán tu cabeza tanto como la mía, no confíes en nadie. Su advertencia era irónica. Él era el único monstruo que necesitaba observar, el hombre que yo sabía que había ordenado la destrucción de mi padre. El disco de memoria, escondido de forma segura, era mi verdad. Mientras caminábamos por la alfombra roja, me obligué a sonreír y a asentir, sintiendo los ojos de todos clavados en mí. La prensa nos había apodado "el dúo dinámico". Había construido mi fachada de socia leal tan bien, que ahora era una jaula de oro. La gala era un laberinto de susurros y chismes. Los hombres de poder se acercaban a Dante, sus apretones de manos eran fríos, sus sonrisas falsas. — ¡Dante! ¡Qué agradable sorpresa! Y Amalia Barnes, por supuesto. Nunca pensamos que el brillante talento legal de la ciudad terminaría... Aquí. — Dijo uno de los donantes, un anciano banquero con la sonrisa de un tiburón. — La señorita Barnes y yo compartimos una visión de la estabilidad, Señor Carmichael. —Respondió Dante, mi cintura se apretó bajo su mano. — Ella entiende que los viejos conflictos deben resolverse. — ¿Y ha resuelto sus... recientes problemas de competencia, Dante? — Preguntó Carmichael, bajando la voz. Aquí estaba el peligro, el tema de la droga y el caos. — Los problemas de seguridad de mi compañía siempre se resuelven internamente, Señor Carmichael, y con la asesoría legal de Amalia, la fachada es impenetrable. Amalia es la única persona que tiene un acceso total a mis asuntos, y su lealtad es... absoluta. Dante me miró con una intensidad que me exigía sostener la mentira. Yo le sonreí, una sonrisa perfecta y vacía, inclinándome hacia él. — Mi lealtad es hacia la verdad y la rentabilidad, Señor Carmichael. Y por ahora, la visión de Dante es la única que promete ambas cosas. La mentira me dio náuseas, pero funcionó. El banquero asintió, convencido por la actuación y el diamante en mi dedo. Me separé de Dante con la excusa de buscar una copa de champán, necesitaba aire. Me dirigí al balcón con vista al Central Park, donde la oscuridad era mejor que las luces del salón. Mientras estaba sola, pude sacar mi teléfono del bolso. Mi verdadero objetivo de la noche no era socializar, sino enviar el disco de memoria a un lugar seguro. Necesitaba transferir los archivos a mi red segura personal que había abandonado cuando mi padre cayó en coma. El problema era la conexión, no podía usar la red del museo, que probablemente estaba comprometida por Dante. Vi una señal de Wi-Fi abierta de un hotel de lujo cercano. Era débil, pero podía funcionar, rapidamente, conecté el disco de memoria a un lector USB que llevaba en mi brazalete. Comencé la transferencia del archivo proyecto fuego rojo. El proceso era lento, tortuosamente lento, con cada porcentaje de progreso atentaba contra la muerte. — Es una vista preciosa, ¿verdad? — La voz profunda de Dante rompió el silencio. Me sobresalté, guardando el disco y el lector en el brazalete. Me giré, con mi máscara de calma firmemente puesta. — Sí, es una ciudad llena de secretos, Dante. Él se acercó al borde del balcón, su figura recortada contra las luces. — Y tú eres uno de ellos, Amalia. No he olvidado lo de anoche, no voy a matarte, porque eso sería fácil. Pero vas a pagar tu traición con tu libertad. — Si me cree una traidora, ¿Por qué me expone a todos sus enemigos? ¿Por qué me da acceso a su información legal? Dante se volteó, su expresión era dura, casi de dolor. — Porque te necesito cerca, no puedo confiar en nadie, Amalia. Todos están a la venta, pero tú... tú me odias lo suficiente como para ser honesta. Me estaba diciendo que me odia, que me usa, y que me necesita para mantenerme controlada. — Mi odio tiene un precio muy alto, Dante — Dije, desafiándolo. — Y usted se está asegurando de que ese precio sea pagado. En ese momento, vi un destello en la pantalla de mi teléfono. Transferencia completa, el proyecto fuego rojo estaba a salvo en mi nube privada. Dante se movió hacia mí con la rapidez de un rayo. Me tomó de la barbilla con su mano, forzándome a mirarlo, sus ojos eran una tormenta. — El precio de tu odio es que debes actuar como mi obsesión. — Susurró y antes de que pudiera reaccionar, me besó. El beso fue un asalto, una declaración de propiedad. No había ternura, sino una urgencia brutal que buscaba silenciar mi mente y someter mi voluntad. Luché contra la reacción de mi propio cuerpo, contra la chispa traicionera que se encendió en el contacto. Él era mi enemigo, el asesino de mi padre. Cuando me soltó, mi respiración era superficial. — Eso es lo que quiero que vean, Amalia. — Dijo, su voz ronca. — Quiero que vean que no solo eres mi socia, sino mi obsesión. Y que te necesito más que a la droga o al dinero. Me limpié el rastro del beso con mi mano, aunque sabía que el gesto era inútil. — Usted no me necesita, Dante. Usted necesita una mentira convincente, y yo soy la mejor actriz de esta sala. — Veremos cuánto dura la actuación, Amalia. —. Respondió, y me tomó del brazo para llevarme de regreso al salón, con la mirada triunfante. Caminamos de regreso, la gente se giraba, susurrando. El beso había funcionado, éramos la pareja más peligrosa y deseada de la noche. Pero mientras yo seguía la corriente, mi mente estaba enfocada en el disco, la verdad estaba a salvo. Ahora, solo necesitaba encontrar el momento perfecto para ejecutar la venganza que el proyecto fuego rojo había confirmado.






