Mundo ficciónIniciar sesión~ Amalia ~
El olor a metal, sudor frío y gasolina del muelle B seguía aferrado a mi piel, a pesar de todas las duchas que me he dado desde entonces. La imagen de Leo y el desdén absoluto de Dante al ver el sufrimiento se habían grabado a fuego en mi mente. La venganza ya no era solo una promesa a mi padre, era una condena que yo debía ejecutar para terminar con la crueldad de Dante. Ahora, en mi suite temporal en L’Ombra, estaba sentada ante la mesa de caoba que Lucas me había dispuesto para "trabajar". En mi mano, sostenía el disco de memoria. Era mi bomba, mi evidencia, y mi única vía de escape. Necesitaba un ordenador seguro para acceder a los archivos del proyecto fuego rojo. Mi mente de hacker y abogada se puso a trabajar, Lucas me había dejado un portátil de la empresa para que revisara los documentos de transferencia de propiedad de Dante. Conecté el disco, mi corazón latiendo con la misma intensidad como si estuviera en el Búnker. El acceso estaba protegido por una encriptación de alto nivel. Era un desafío, pero no insuperable. Mientras mis dedos se movían ágilmente, rompiendo capa tras capa del código, el tiempo parecía no estar de mi lado. Si Dante o Marcus entraban en ese momento, mi muerte sería silenciosa y rápida. Finalmente, la pantalla se abrió, revelando los archivos internos. El proyecto fuego rojo era un expediente masivo de inteligencia financiera. No era una orden de asesinato explícita, sino un plan de neutralización corporativa que utilizaba el canal de la droga como palanca. Leí nombres de cuentas bancarias en paraísos fiscales y nombres de contactos políticos. Un informe de vigilancia detallaba los movimientos de mi padre en los meses anteriores al "accidente," y las comunicaciones con un contacto interno en el ala de finanzas de mi padre. El objetivo del proyecto era claro, forzar la caída del ejecutivo Barnes para adquirir sus activos sin despertar la atención de las autoridades. El uso de la droga era la herramienta de presión. La confirmación me golpeó con una fuerza devastadora. No había margen para la duda, Dante Moretti era el responsable de la destrucción de mi familia, sin importar si lo hizo por la ambición de su propio padre o por la suya. Tienes que pagar, Dante, pensé, cerrando los archivos con cuidado. Ahora tenía que borrar mi rastro. Apenas había desconectado el disco y puesto el portátil a cargar cuando mi teléfono vibró. Era Lucas. — La reunión es en media hora, Amalia. El Señor Moretti la espera en el vestíbulo, ypor favor, vista el negro. Hoy es día de luto para nuestros enemigos. El negro, el color de la venganza. Media hora después, yo estaba en el vestíbulo, vestida con un traje de pantalón negro que proyectaba profesionalismo y amenaza. Dante me esperaba, de nuevo con un traje oscuro, su expresión más dura que nunca. La tensión entre nosotros era palpable, pero él la usaba como un arma, una fachada de "pareja intensa" para el mundo exterior. — Hoy vamos al juzgado federal, Amalia. — Dijo Dante, mientras el chofer abría la puerta del Bentley. — Vamos a transferir legalmente las propiedades que han intentado sabotear, vas a hablar como la abogada que eres y vas a convencer a la fiscalía de que soy un empresario limpio que solo quiere estabilidad. — Puedo convencerlos de lo que sea, Dante. Mi única condición es que no me dés órdenes que contradigan la ley de manera obvia. — La ley es un juguete para los hombres que hacen las reglas. — Replicó con un sarcasmo helado. — Simplemente haz tu trabajo. Y recuerda, Amalia, si alguien pregunta por la noche anterior, el único espía en este edificio fue Marcus, revisando la seguridad, quiero que te enojes con él. Su idea fue brillante y cruel. Al culpar a su propio guardaespaldas, él desviaba la sospecha de su círculo inmediato y me daba una excusa creíble. Llegamos a la corte, el ambiente estaba cargado de periodistas y fiscales ambiciosos. Dante y yo entramos como un frente unido, mi mano en su brazo, mi rostro con la expresión de la socia leal y profesional. La reunión con la fiscalía fue agotadora. Me vi obligada a utilizar mi intelecto legal para maquillar las transferencias de capital, vendiendo a Dante como un ejecutivo de transición que limpiaba las prácticas turbias de su propia familia. — La estabilidad de la inversión es lo que garantiza la paz en la ciudad. — Argumenté ante la fiscalía. Dante me miró con una aprobación silenciosa que se sentía más como una amenaza. Había ganado. Al salir, un periodista se abalanzó sobre nosotros, con una cámara en el rostro. — ¡Señorita Barnes! ¿Son ciertos los rumores de que Dante Moretti la está usando como fachada para encubrir una crisis de seguridad interna? ¿Qué pasó anoche en L'Ombra? Dante se preparó para responder, pero yo fui más rápida. Miré al periodista con una expresión de hielo puro y luego me giré hacia Dante, mi voz llena de una furia controlada, actuando el papel que él me había dado. — ¡Claro que hubo un problema de seguridad, Dante! Marcus es un incompetente ¡Me desperté en medio de la noche porque sus revisiones de seguridad son un chiste! Si vamos a ser socios, su equipo debe ser tan profesional como mi trabajo. El periodista se quedó congelado. Yo había validado la fachada, culpado a Marcus y, de paso, había mostrado al mundo que nuestra relación era tensa, profesional, y muy, muy real. Dante me sonrió, una sonrisa lenta y oscura, mientras me guiaba de regreso al coche. — Eres una actriz brillante, Amalia. Casi me convences de que realmente crees que Marcus es el problema. — Mi trabajo es convencer, Dante. Y acabo de convencer a la ciudad de que eres un hombre honorable. Ahora, ¿dónde está mi pago? — Pregunté, sintiendo el disco de memoria quemarme en mi conciencia. El pago sería la vida de Dante. Pero por ahora, el juego de las mentiras continuaba, y yo era la protagonista.






