Mundo ficciónIniciar sesión~ Amalia ~
El regreso de la gala fue silencioso, pero el silencio que abundaba en el auto no hizo nada para callar las voces en mi mente. El beso de Dante todavía ardía, una humillación pública que él había armado para reafirmar su control. Sin embargo, ese beso no era más que el velo. La verdad, el archivo proyecto fuego rojo, ahora descansaba en un servidor seguro a miles de kilómetros. Yo tenía la condena firmada. Al llegar a L’Ombra, Dante me condujo directamente a la suite, su presencia era un comando. — Mañana tendremos un día de reuniones, pero esta noche, vas a quedarte aquí. No quiero sorpresas — Dijo, su voz era plana, autoritaria, como siempre. — ¿Cree que me atrevería a mover un dedo después de lo que vi en el muelle? — Respondí, mi voz estaba teñida de un desprecio que ya no me molestaba en disimular del todo. — Creo que eres lo suficientemente desesperada para hacerlo, buenas noches, Amalia. No me falles. Salió de la suite sin esperar respuesta. Apenas la cerradura hizo click, sentí que el aire regresaba a mis pulmones. Me desplomé en la silla, sintiendo el peso de la decisión final. Había pasado meses buscando la prueba. Ahora la tenía, la primera fase ya había terminado, la fase de ejecución comenzaba. El problema era la logística. Mi rifle de francotiradora, mi verdadera herramienta de venganza, estaba en un almacén alquilado al otro lado de la ciudad. Yo estaba confinada a la órbita de Dante, vigilada de cerca por Lucas y Marcus. No podía simplemente pedir permiso para ir a buscar mis cosas. Revisé el plan mental que había estado construyendo desde que entré en L'Ombra. Si no podía usar mi rifle, tendría que usar un arma menos... profesional, pero más accesible, el arma de Dante. Sabía por los planos de la oficina que Dante tenía una caja fuerte oculta detrás del retrato de su madre, Clara Moretti. Una caja fuerte que, según las convenciones de la mafia, tendría la herramienta de trabajo más inmediata, una pistola. Mi plan de ataque se formó con una claridad brutal, descartando cualquier sentimiento. Necesitaba una dstracción, necesitaba sacar a Dante y Marcus de la oficina al mismo tiempo. Acceso, entrar en la oficina la cerradura ya estaba vulnerada con el reloj. Mi arma estaba en abrir la caja fuerte de Clara Moretti y tomarla Debía esperar el momento para ejecutar. La clave era la distracción, pensé en Lucas, el metódico. Pensé en Marcus, el leal. Me acerqué al teléfono de la suite, un teléfono interno seguro. Marqué el número de la cocina de L’Ombra. — Sí, habla Amalia Barnes. Necesito que suban inmediatamente a mi suite una botella de Borgoña, el añejo, es para el Señor Moretti, díganle que tengo un antojo que solo él puede satisfacer. Colgué. El mensaje no era para la cocina, era para el jefe, que pasaría el mensaje a Lucas, que informaría a Dante. Esto le recordaría a Dante que yo estaba despierta y confinada. Minutos después, Lucas llamó a la puerta con la botella y una expresión de total desaprobación. — El Señor Moretti me dijo que le entregara esto personalmente. Y me recordó que mañana tiene reuniones importantes. — Lucas, espere un momento. — Dije, abriendo la botella y sirviendo una copa. — ¿Ha bebido alguna vez vino en una suite de lujo a las dos de la mañana? Es un placer culpable. Lucas se mantuvo rígido en la puerta, yo bebí el vino, disfrutando el desafío. — Ahora, hablando de antojos, Marcus ¿Está de guardia esta noche? — Sí, él siempre está de guardia, señorita Barnes. — Pues díganle a su guardia que tengo un... problema de plomería en el baño. Necesito que alguien de seguridad lo revise, no confío en el personal de mantenimiento normal después de lo de Leo. Lucas me miró con una sospecha helada. — Puedo llamar al personal de mantenimiento... — No, quiero que Marcus baje, y si Dante pregunta, dígale que estoy asustada por la intrusión de anoche y que necesito un rostro de confianza. Sabía que Lucas nunca desobedecería una orden que implicara la seguridad de la socia de Dante. La orden no venía de mí, sino de la necesidad de Dante de mantenerme a salvo para que pareciera su preciado activo. La semilla de la distracción estaba plantada. Si Marcus bajaba a revisar el problema en la suite, lejos de la oficina, y Lucas se quedaba vigilando la botella y mi teléfono, el camino hacia la oficina estaría libre por unos preciosos minutos. Me vestí de nuevo con el mono negro, esperé diez minutos de tortura, escuchando el silencio. Luego, revisé la aplicación del ascensor de servicio en mi teléfono, vi el icono de Marcus bajando hacia el primer piso. La jugada había funcionado. Me deslicé fuera de la suite, llevando el reloj de Dante que había robado y vuelto a guardar en la oficina. El pasillo estaba despejado. Llegué a la puerta de la oficina, usé el reloj para abrirla, entré y cerré el acceso a El Búnker detrás de mí. La caja fuerte estaba oculta detrás del retrato de Clara Moretti. Estaba sellada con un teclado numérico. Me arrodillé. No sabía el código, probé la fecha de nacimiento de Dante. Incorrecto, probé la fecha de la muerte de su madre que vi en el archivo, incorrecto. Me concentré en el retrato de la mujer. Era una mujer noble, pero con un aire de tristeza. ¿Qué habría hecho un hijo obsesionado con su madre? Probé una fecha diferente, 1968, el año en que sus padres se conocieron. Click... clack. La caja fuerte se abrió. Dentro había informes, pilas de dinero... y una pistola negra. Brillante, limpia, mortal. La tomé, era pesada y se sentía fría en mi mano. Junto a ella, una nota manuscrita de Dante. "Por si la ley falla, siempre queda la justicia" Metí el arma en un compartimento oculto de mi mono. El arma de Dante iba a ejecutar la justicia en su contra. Mi venganza ya no era una idea, era un peso en mi mano. Estaba lista.






