Massimo conducía sin rumbo, con la lluvia golpeando con furia el parabrisas. Las palabras de Alba le retumbaban en la cabeza como tambores de guerra.
“Te amé más de lo que fui capaz de amarme a mí misma. Pero aprendí. A fuerza de dolor y hoy, Massimo, amo más mi paz que cualquier recuerdo contigo.”
Apretó el volante con los nudillos blancos. Era doloroso. Insoportable. Verla tan firme, tan segura, tan… lejos.
No sabía qué dolía más: descubrir que se había equivocado rotundamente o sentir que tal vez ya no había vuelta atrás.
Durante años se había repetido que lo que vio —esas fotos, ese supuesto escándalo— era real. Que Alba lo traicionó. Que merecía cada castigo, cada lágrima. Pero ahora que tenía un video frente a sus ojos, ahora que veía que esa noche había sido otra cosa, se preguntaba:
¿Y si todo fue una mentira? ¿Y si fui un monstruo?
Odiaba que Alba lo mirara con desprecio. Odiaba que ya no temblara ante su presencia. Que su voz no se quebrara cuando él alzaba la suya.La mujer