La mañana comenzó con un golpe seco: el teléfono vibrando sin cesar en la mesilla de Alba. Lo contestó medio dormida y escuchó la voz del médico. Lía había intentado hacerse daño otra vez. Su estado emocional se había deteriorado tanto que no podían esperar más. Harían una cesárea en dos días, aunque fuera antes de lo previsto.
Alba sintió que la sangre se le helaba. Su hermana, rota en cuerpo y mente, iba a traer al mundo a un bebé que no había pedido nacer en medio de tanto dolor.
Se prometió que estaría allí, que se haría cargo de todo, aunque eso implicara cargar sola con la cruz de su familia.Massimo notó su palidez cuando bajó a la sala.
—¿Qué pasa? —preguntó, acercándose—¿Te encuentras bien?, ¿Sucedió algo?
Alba negó, intentando fingir calma, no era momento de hablar con Massimo y tampoco tenía cabeza para hacerlo con delicadeza.
—Nada. Solo… cosas de trabajo—mintió—Cambiaron in par de escenas y... Bueno sabes como es.
Ella se dio cuenta de que él no se dejó engañar, trato