Capítulo 4
Últimamente, Aiden parecía frustrado por lo distante que me había vuelto. Comenzó a salir temprano por la mañana y a regresar tarde por la noche, evitándome de manera deliberada. Incluso cortó nuestro vínculo de pareja. Así, sin más.

Me senté junto a la ventana, observando cómo la luz de la luna se derramaba por el suelo, mientras un dolor sordo florecía en mi pecho.

Una parte de mí quería correr tras él y exigirle respuestas como solía hacer. Sin embargo, con nuestra inminente separación, quizás esa distancia silenciosa era lo mejor.

Entonces, cinco noches después, de repente me preguntó:

—¿Me acompañarás a la Reunión de Luna Llena esta vez?

Casi me muerdo la lengua. Cuando levanté la mirada, vi esperanza genuina en sus ojos.

Claro, Aiden me había llevado a eventos de la manada antes, pero esa no era una simple reunión, era el ritual de Luna Llena, un círculo privado reservado únicamente para las personas más cercanas a él. Sin embargo, no se trataba de la ceremonia en sí; sino de quién podía estar allí. Solo unos pocos de sus amigos más antiguos y de confianza, tenían permiso para unirse, ni siquiera sus parejas solían ser invitadas.

Hacía tiempo, había intentado asistir, pero él me había dado excusas vagas, hasta que, cuando insistí, explotó:

—Cloe, ¿podrías darme algo de espacio? ¡Tus celos me están asfixiando! Ese es mi tiempo con mis amigos, ¿no puedes dejarme tener algo que sea solo mío?

Recuerdo haberle preguntado por qué Lana podía asistir, pero él me respondió con voz helada:

—Lana es diferente. Crecimos juntos, así que todos la conocen. Ni siquiera tiene una loba todavía y la mayoría aún no la acepta, así que no voy a dejar que se quede allí sola. Dios, Cloe, deja de ser tan paranoica.

Y ahora, aquí estaba; pidiéndome que fuera con él. Casi dije que sí, pero tenía una misión muy pronto, una que requería toda mi atención y preparación. Sin mencionar que nunca había encajado realmente con su grupo. Nos llevábamos mal, siempre había sido así. Así que negué con la cabeza.

—Con lo caóticas que han estado las cosas últimamente, no creo que tenga tiempo.

Aiden se levantó de repente, agarrando mi mano.

—Cloe, ¿qué te está pasando? —su voz contenía tanto confusión como frustración—. Sé que estás molesta por lo de Lana y te he estado dando espacio toda la semana, pero me estoy volviendo loco. No solo estás distante, estás fría. Eres mi Luna, se supone que debes confiar en mí incondicionalmente.

Retiré mi mano con suavidad.

—Estás exagerando, los asuntos de la manada me han mantenido ocupada, eso es todo.

Tras esto, ese familiar filo de Alfa, el orgullo y la dominancia, surgió nuevamente.

—Bien, como quieras —dijo con voz afilada, dura.

No hablamos durante el resto de la cena, solo terminamos la comida en silencio.

Unas noches después, Aiden fue a la Reunión de Luna Llena con Lana.

Desafortunadamente, la luna llena aceleró la infección de plata que ya se estaba extendiendo por el Territorio del Norte, por lo que, de repente, todo cambió, y tuve que irme antes, de forma urgente.

El coche estaba listo y esperando para llevarme a una misión clasificada en una zona en lo profundo del restringido Territorio del Norte.

Antes de partir, la Sanadora Maureen, se volvió para decirme con voz suave:

—Cloe, aunque esta misión esté bajo estricta confidencialidad, todavía puedes llamar a alguien para despedirte, recuerda que tres años es mucho tiempo.

Al escuchar esto, dudé un momento, antes de tomar mi teléfono. Tal vez, solo tal vez, Aiden merecía una última oportunidad.

Justo cuando desbloqueé la pantalla, mi celular vibró en mi mano y mi corazón dio un vuelco, pensando que podría ser él. Pero no lo era.

Era un video de Lana; en él, Aiden y ella estaban sentados junto a la hoguera en la Reunión de Luna Llena. Ella llevaba un vestido blanco vaporoso, con las llamas bailando en su cabello cuando se inclinó hacia él, casi demasiado cerca.

—¿Verdad o reto? —preguntó alguien.

—Reto —respondió Aiden sonriendo, con una voz más suave de lo que había escuchado en mucho tiempo.

Lana le dedicó una mirada juguetona.

—Bueno, llámame «bebé».

La multitud se rio y vitoreó, mientras Lana sonreía con suficiencia a la cámara y sus ojos brillaban con un triunfo arrogante.

—Bebé —murmuró Aiden. Fue apenas audible, pero lleno de una ternura que no reconocí.

Ella inmediatamente se acurrucó contra su hombro y soltó una risita.

—Awww... ¡Aiden está siendo tímido!

El video se cortó.

Seguido a él había un mensaje de Lana:

«¡Lo siento, Cloe! Solo estábamos jugando verdad o reto, todo era por diversión. ¡Espero que no te moleste!»

Apreté tanto el teléfono que mis nudillos se pusieron blancos.

La miré recostada contra él, vi cómo él se lo permitía y la forma en la que la miraba; la comodidad, junto a su calidez.

Todo se volvió borroso, y apenas podía respirar.

Aun así, sequé mis lágrimas, forcé una sonrisa y respondí:

«No te preocupes. Diviértanse esta noche.»

Momentos después, los mensajes de Aiden llegaron como una tormenta:

«Cloe, ¿por qué dirías eso? Fue un juego tonto que no significó nada.»

«¿Dónde estás? ¿Por qué no contestas?»

«Ven a verme, ahora mismo. Por favor.»

No respondí, solo apagué el teléfono y lo dejé a un lado, antes de mirar a Maureen, quien me observaba con preocupación.

—Podemos irnos ahora —dije—. No hay nadie a quien necesite llamar.

El coche salió bajo la llovizna, dirigiéndose hacia el área sellada del Territorio del Norte donde nadie podría seguirnos.

Allí… nadie me encontraría.
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