Aiden se encontraba solo en la habitación vacía. Sobre la mesa yacía la insignia de Luna, un reloj de bolsillo de plata con la inscripción «Para mi querido Alfa. Por siempre tuya, Cloe», y un acuerdo de disolución del lazo de pareja firmado.
Se había ido.
Contempló los objetos, paralizado, mientras la verdad se asentaba sobre él como una densa niebla.
Entonces, explotó.
Salió disparado por la puerta, atravesando el complejo como un poseso, buscando cualquier señal de ella en cada calle, en cada rincón de la manada. La lluvia caía a cántaros, empapando su ropa, convirtiendo los caminos de tierra en lodo, pero no se detuvo.
Fue entonces cuando vio una figura familiar deslizarse por el callejón detrás de la taberna; era Lana. Quizás ella sabía dónde había ido Cloe.
La siguió... y lo que vio bajo la luz de la luna lo dejó helado…
Lana estaba envuelta en los brazos de un hombre, con la ropa arrugada y los labios entreabiertos en un suspiro entrecortado.
El hombre tenía un brazo alr