ARIA
Cuando llegué al comedor, la mayoría de los machos giraron la cabeza para mirarme con sonrisas traviesas dibujadas en los labios. Mi cuerpo reaccionó por instinto, y el calor subió a mis mejillas.
‘Otra vez…’
Al llegar a la mesa de los novatos, todos me saludaron y algunos rieron por lo bajo. Melia apareció detrás de mí y me rodeó con un pequeño abrazo.
—¿Os habéis enterado? Tenemos una nueva compañera en el grupo de los novatos.
—¿En serio? —pregunté, confundida.
—Mira, por ahí viene…
Melia y yo nos giramos justo a tiempo para ver a la loba solitaria caminar hacia nosotros con una sonrisa ladeada. Parecía avergonzada.
En cuanto nuestras miradas se cruzaron, un recuerdo se filtró en mi mente: la imagen de su mano aferrando el brazo del Comandante en la fiesta de bienvenida. Me apresuré a desechar ese pensamiento antes de que me pusiera de mal humor.
A mi alrededor, los machos se giraban o se recolocaban en sus asientos para observarla. Era preciosa, así que no me sorprendía.
¿El C