SEIK
Roberto y yo corríamos en nuestra forma de lobo hacia los límites del territorio. Mi amigo Kevin estaba por llegar y, aunque sabía que no era necesario ir personalmente a recibirlo, era exactamente lo que él quería de mí. Si no lo hago, estoy seguro que no me dejará en paz todo el tiempo que esté aquí.
A los pocos minutos de haber llegado al punto de encuentro, divisamos a lo lejos un 4x4 negro que avanzaba a toda velocidad, seguido de otros dos vehículos. Sin duda, en el primero iba Kevin; seguramente él mismo iba al volante.
Cuando llegaron y aparcaron junto a nosotros, Kevin bajó del coche con una sonrisa confiada. Se acercó con paso seguro, y al verme, soltó:
—Vaya, vaya… ¿a quién tenemos aquí? ¡Qué honor que me reciba nada menos que el hijo del Alfa de Sombra Nocturna! —rió con ganas mientras me observaba de pies a cabeza. Luego, extendió la mano y me la estrechó con fuerza.
—Bienvenido —le dije, lanzando una rápida mirada alrededor. Había traído consigo a doce homb