SEIK
Era tarde, y mi despacho estaba en completo silencio. Llevaba horas trabajando sin descanso, revisando informes y ajustando los planes para las patrullas, cuando de pronto, el sonido de unas botas resonando sobre el suelo y una respiración agitada rompieron la tranquilidad, llamando mi atención al instante.
Un guerrero llamó a la puerta y abrió rápidamente pidiendo mi permiso para entrar. Le hice un gesto con la mano y se acercó corriendo a mí. El sudor le cubría la frente, y su respiración era rápida y entrecortada.
—Comandante, encontramos algo... bueno, alguien —jadeó el guerrero, inclinándose ligeramente mientras recuperaba el aliento.
—¿Quién? Habla claro.
—Parede ser una loba solitaria —respondió, mientras intentaba recuperar la compostura—. La encontramos cerca del río, no lejos de donde detectamos rastros de los rogues y vampiros. Está herida y… tiene los mismos síntomas que la cachorra.
Sentí un nudo en el estómago al escuchar eso. No era la primera vez que enfrentá