ARIA
Estábamos entrenando en la arena, pero mi mente estaba en otro lugar, atrapada en los recuerdos de aquella noche. Una noche que cambió algo dentro de mí. Fue especial. O al menos, así lo sentí yo.
Nunca pensé que compartiría una carrera por el bosque con el comandante. Estaba acostumbrada a correr sola… bueno, a veces con Marcus. Pero aquella vez fue diferente. Mientras mi lobo se movía entre los árboles, sentí algo que nunca antes había experimentado: una conexión pura con la naturaleza, como si el bosque y yo respiráramos al unísono. Por primera vez entendí lo que los cambiaformas decían sobre sentirse parte del entorno, como si el viento, el suelo y los árboles fueran una extensión de nosotros mismos.
La sensación era embriagadora, casi mágica. Pero en el fondo, ese momento me recordó algo más: la soledad que había cargado toda mi vida. Mi familia siempre salía a correr, lo sabía bien. Los veía prepararse, reírse entre ellos antes de desaparecer en el horizonte. Yo, en cambio,