SEIK
La reunión de hoy va a ser de todo menos tranquila. Lo sé.
Algunos soldados veteranos me han informado que el anciano Relek, el beta de mi padre y padre de Elisabeth, ha estado hablando con los ancianos de manera individual…
De algo estoy seguro: no me va a gustar.
Avanzo hacia el asiento principal —el que perteneció a mi padre hasta hace apenas dos semanas— con la espalda recta, el mentón en alto y cada sentido en tensión. A cada paso, las miradas se clavan en mí: algunas con respeto, otras con juicio, y unas cuantas con ese silencioso desafío que ya me resulta familiar.
En la sala ya se encuentran los ancianos, las hembras veteranas y soldados de alto rango. Las conversaciones son bajas, tensas, como si todos supieran que algo importante está por estallar. Roberto habla con Lori y Elisabeth en uno de los extremos de la gran mesa central. Los tres comparten la misma expresión contenida: rostros serios, mandíbulas apretadas, ojos inquietos.
Pocos minutos después, Aria entra