Frente al interrogatorio de Gabriel, Adrián apretó los labios y explicó,
—Susana ha estado ocupada preparando todo, se agotó demasiado y tuvo un ataque de asma. Está muy cansada, así que le pedí que descansara primero.
El anciano dirigió la mirada hacia Lilian, que conversaba no muy lejos, con unos ojos tan agudos que parecían verlo todo.
Pasaron dos horas.
Los miembros de la familia ya habían terminado de saludar y entregar sus regalos. Adrián miraba con irritación los mensajes no leídos en su móvil, conteniendo la creciente inquietud que lo carcomía.
Con la excusa de fumar, salió al balcón y llamó a Susana. Solo escuchó una serie de tonos ocupados.
El corazón de Adrián dio un salto y volvió a marcar, pero la respuesta fue igual de fría.
Ella lo había bloqueado.
—¡Maldita sea! —gruñó, golpeando la pared con el puño.
Mientras tanto, en el lujoso salón del banquete, un subordinado presentó tres regalos.
Bajo las miradas curiosas de los presentes, Gabriel abrió el primero:
Era una caja c