En esta guerra silenciosa que se vio obligada a comenzar, el primero en perder la paciencia fue Justin.
Aquella noche, después de asistir a una fiesta, desde lejos vimos a Adrián sosteniendo un violín bajo la luz de la farola junto a la puerta de hierro.
Y el camino a casa estaba cubierto con pétalos de rosa.
Apenas bajé del coche, el cielo detrás de mí se iluminó con miles de fuegos artificiales.
Entre el estruendo de las explosiones, Adrián tocaba el violín interpretando “Himno al Amor”.
Justin se había visto la grabación de la propuesta de Adrián hacia mí infinitas veces.
En aquella juventud ingenua, yo me dejé conquistar por el espectáculo de los fuegos artificiales y la pasión de su música.
Sobre la alfombra de pétalos de rosa, acepté la propuesta de Adrián.
Ahora, al ver que yo estaba distraída mirando los fuegos, Justin no pudo aguantar más y se lanzó hacia Adrián, propinándole un puñetazo,
—¡Maldito bastardo, ¿por qué no te vas ya a tu maldito pueblo?!
Adrián no se quedó atrás,