Con el billete ya comprado, apagué el móvil y cerré los ojos, fingiendo descanso. Con voz respondí,—Solo estaba viendo las noticias.Al oírme, el ceño de Adrián se frunció con más desagrado.De repente, me arrebató el teléfono y, sin pensarlo, desbloqueó el código.Nos quedamos los dos paralizados: la contraseña era mi cumpleaños.Lo había escrito tan de memoria, tan fluido, como si su cuerpo recordara algo que su mente preferiría olvidar.El rostro de Adrián se tiñó de un rojo furioso.Bloqueó el móvil al instante, sin importar con quién hablaba antes.Solo escupió con rabia,—Te advierto : ni lo pienses. No te hagas ideas que no existen.Negué con calma,—No entiendo a qué te refieres. No estoy malinterpretando.Mis palabras parecieron enfurecerlo aún más.Lilian, a su lado, soltó una risa de sorpresa.Se aferró al brazo de Adrián y, coqueta, dijo,—Adrián, es la fecha en que nos conocimos. Qué lindo recuerdo, ¿no?Adrián apartó su mano con fastidio y murmuró,—Sí, basta. Vámonos a
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