—Cariño, escúchame —suplicó Lilian, desesperada—. Ni el bebé ni yo podemos vivir sin ti… aunque me odies, ¡no deberías odiar a nuestro hijo!
—Esa mujer, Susana, si de verdad te amara, debería aceptar a nuestro hijo como suyo. ¡Ella no puede tener hijos, ¿lo olvidaste?! Además, arruinó el cumpleaños de Gabriel, te hizo quedar en ridículo frente a todos. Es mala, tú…
Al ver el rostro helado de Adrián, la voz de Lilian se fue apagando.
—Creo que olvidaste quién eres. —Adrián acomodó los puños de su camisa, luciendo orgulloso los gemelos que le había regalado Susana, en vez de los de Lilian— Pensé que solo tenías un poco de mal carácter, por eso cerré los ojos a muchas de tus tonterías.
Su voz se volvió cortante.
—Tienes razón, Susana no puede tener hijos, por eso te busqué a ti. Tu hijo es lo que quiero. Pero que te atrevas a desear más… es ridículo.
La miró con desprecio.
—Recuerda, no eres más que una amante. Mi esposa siempre será Susana. Y antes de traerla de vuelta, deberás recoger t